Lo primero que hay que tener en cuenta es que
el Arte, como se concibe en la contemporaneidad, no es solo la exaltación de la
belleza, sino que mucho más a menudo busca impactarnos, cuestionar nuestros
conceptos acerca de lo que es agradable y movilizarnos hacia la crítica y la
reflexión. Este arte que incomoda también pone a prueba los límites del público
y del artista. La PERFORMANCE, por lo tanto, es una manifestación artística,
una muestra escénica con un factor importante de improvisación en la que la
provocación y el asombro, así como cierto sentido de la estética, juegan un rol
principal. Su creación es multidisciplinar, tiene mucho de diseño, de
elaboración de un concepto, de búsqueda del medio de expresión, de
escenografía, de interpretación, de happening del teatro, de improvisación y de
participación si se involucra al público que, además, puede responder de las
maneras más inusitadas.
EL ARTE, COMO SE CONCIBE EN LA CONTEMPORANEIDAD,
NO ES SOLO LA EXALTACIÓN DE LA BELLEZA, SINO QUE MUCHO MÁS A MENUDO BUSCA
IMPACTARNOS, CUESTIONAR NUESTROS CONCEPTOS ACERCA DE LO QUE ES AGRADABLE Y
MOVILIZARNOS HACIA LA CRÍTICA Y LA REFLEXIÓN.
Esta
obra de arte no está focalizada en los objetos desarrollados, la performance no
es una escultura ni una pintura, no es una pieza musical, el hecho artístico
comprende su producción y puesta en escena, las situaciones que cree, la
respuesta del público. Si hay un material común en ellas, es el propio artista,
su cuerpo, su devenir. Esta expresión es arte en vivo, Performance Art en
inglés. Muchos hablan de El Performance, y no es erróneo pues, aunque
Performance es femenino, Performance Art es masculino en nuestro idioma porque
se practica la elipsis de Art y se lexicaliza Performance convirtiéndolo en un
nombre, cuestiones de la economía del lenguaje.
¿Son
chaladuras?, ¿las Performances son chaladuras?, ¿un espantajo?, ¿una estupidez?
Bueno, si yo pensara eso no realizaría ninguna y, verás, no lo creo porque,
amén de algunas expresiones puntuales difíciles de entender, en líneas
generales, la idea es dialogar, reaccionar ante un concepto.
El Arte
Conceptual obsesionó al movimiento Fluxus, punto álgido de este tipo de
representaciones. Su creador, Joseph Beuys, viajó en 1974 a Estados Unidos para
realizar la performance «Me gusta América y a América le gusto yo». Fue
trasladado en ambulancia a una galería; sin contactar con nadie y ya envuelto
en fieltro, se metió con un coyote en una habitación separado del público por
una valla metálica, allí permaneció tres días ofreciéndole distintos objetos al
animal, entre otros, números del Wall Street Journal que el coyote usaba para
hacerse pis encima. Luego, montó de nuevo en la ambulancia y voló de regreso a
Berlín, satisfecho por un ejercicio que él y muchos más consideramos artístico
y que estaba relacionado con la reconciliación, con la unidad, según él mismo;
pero que yo, además, al hacer mía la experiencia, conseguí entrever un diálogo
sobre la incomunicación, la pérdida de la vida instintiva y salvaje, el valor
que tiene para la naturaleza la maquinaria económica del hombre y la necesidad
del retiro individual para acercarnos al ser humano. De lo que se deduce que o
yo veo lo que no hay o que la obra está para que cada uno se bata en duelo a
primera sangre con ella, teniendo en cuenta su «background», sus experiencias
vitales, su historia individual y saque sus conclusiones personales. Pero todo
empezó antes, a principios del siglo veinte, cuando los dadaístas y el óvulo fecundado
de los surrealistas realizaban sus exhibiciones no convencionales en el Cabaret
Voltaire de Zúrich. Estos poetas, ensayistas, pintores, artistas, exiliados por
voluntad propia de la locura de la Gran Guerra realizaban actos estúpidos en
apariencia, poemas colectivos, declamaciones poco ortodoxas, manifiestos,
siempre comandados por Tristán Tzara, un teórico del individuo al margen de la
cultura oficial y de la Historia que cuestionó todos los valores sociales con
rebeldía y una aparente irreverencia.
En este
momento, alrededor del mundo, se están organizando o poniendo en pie multitud
de Performances, cada una con la carga conceptual que el artista le quiera
infligir y con el significado que cada espectador sea capaz de encontrar, a
veces sólo emociones de rechazo, asco, desacuerdo, desprecio… Sin embargo, os
voy a hablar de algunas que me han causado gran impresión. La primera, la
ejecutó Marina Abramovic, conocida por acciones espectaculares como romper su
relación de pareja en mitad de la Gran Muralla China, o por aguantar durante
horas la mirada de cientos de visitantes al MOMA con un vestido rojo de cola.
Pero la más impactante para mí fue «Balkan Barroque», en la que la artista,
vestida con un camisón largo de hilo de algodón blanco, se sentaba sobre una
montaña de huesos de vaca sanguinolentos y los lavaba durante seis horas; así
estuvo cuatro días. Con este acto, Marina pretendía curar metafóricamente las
heridas por los horrores de la Guerra de los Balcanes.
Otra
puesta en escena espectacular fue «Blancanieves» de Catherine Bay, en la que
participé como masa social conmovida por llegar al Puerto de Málaga un barco
con decenas de Blancanieves de ropajes plásticos, de estética efectista, como
de Disney, pero cargadas con kalashnicovs y un sistema de comunicación que
dejaba al margen al ciudadano medio, como un poder controlador disfrazado de
juguetes de niños. Bajaron del barco e invadieron el Museo Pompidou; mientras
se emitían órdenes desasosegantes por megafonía, los espectadores sentimos que
un poder superior e invulnerable caminaba a nuestro lado sin ni siquiera
mirarnos, como en otra dimensión o en otra división, si me permiten el símil
futbolístico.
Wafaa
Bilal perpetró una Performance durante un año de su vida; se implantó una
cámara de fotos en la parte de atrás de su cabeza y estuvo tomando instantáneas
de lo que ocurría a sus espaldas durante un año. Wafaa pretendía llamar la
atención, provocar un diálogo crítico sobre la vigilancia y la tecnología.
Finalmente, te introduciré algunas de las mías: La más reciente,
«Expresionista Over 50», realizada en la sala Madison Studio, en el «Hermitage
de Marbella»; una puesta en escena que llama la atención sobre la mujer de más
de cincuenta años, cuyo físico decae, se encuentra con el nido vacío y la
dificultad de seguir si no se ha cultivado la mente y se tiene un proyecto
personal. Inspirada en La mujer Rota de Simone de Beauvoir.
Otra fue
«Ready to be Lapidated», que es un llamamiento a la invisibilidad o a la
visibilidad culpabilizadora de la mujer. Desde el enclaustramiento en burkas
físicos o sociales hasta el escarnio por todo motivo, insultos y desprecios, ya
no solo en sociedades de religión islámica, aquí en nuestro día a día, sin
darnos cuenta.
Y una de
las primeras, «La Voluntad Dirige mi Mente...», inspirada en El hombre en busca
de sentido de Viktor Frankl, una pelea de la persona con el convencimiento de
que la actitud que se tenga supondrá una parte importante de la experiencia
vital de conjunto, aunque, a veces, la química del cerebro o las circunstancias
hacen difícil la actitud positiva.
En
conclusión, no, no si se hace bien, si subyace un concepto y se busca un medio
de expresión, no si produce emociones, buenas, malas, contradictorias, no si
provoca el diálogo, o la indignación. Algo habrá cambiado en el espectador
cuando deje de estar preso de los hilos de la PERFORMANCE y si es así, no
importa que parezca una patochada, lo importante no es lo que parezca, es su
impacto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario