Según la RAE, una TREGUA es un cese
temporal de hostilidades, una interrupción, un descanso. Y eso es lo que ocurre
en la vida gris del protagonista de esta novela de Benedetti. Es también por
ese color que el personaje imprime a las letras que, a pesar de la maestría y
fundamento del autor de la obra, algunas de las tertulianas de AMUM han tenido
sentimientos de aversión hacia él, un hombre monótono, intolerante, con
esquemas mentales medio burgueses, que no deja buen aroma al pasar ni es capaz
de respirar los perfumes de la existencia y que tras esta “tregua” de pulso en
las muñecas, de amor que solo necesita del contacto de las manos, volverá irremediablemente a pasar sin pena ni gloria, una
existencia rutinaria, una existencia cómoda y segura a veces dañina que sublima
cuando dice “era un perro que tenía cara de solterona”, ¿se puede ser más
desagradable?
El pasado lunes celebramos en el Marbella
Club nuestra Tertulia de Abril con un libro magnífico, una genialidad de Mario
Benedetti en la que cuenta a forma de diario los últimos meses de un contable
ante su inminente jubilación. En principio, los temas que más sobresalen son el
del tiempo de ocio y cómo lo empleará un viudo con tres hijos mayores sin
pasiones en la vida. Como apreciaron varias socias, el vértigo de la
jubilación, la soledad, la relación distante con sus hijos, la vida vulgar,
mediocre son los hilos conductores de reflexiones brillantes que Benedetti pone
en boca del protagonista que escribe sus inquietudes y vivencias.
Sin embargo, a la oficina, porque no podría
ser de otra forma, él no iba a aventurarse en la búsqueda, su carácter no le da
redaños para otras incursiones, a la oficina, digo, llegan nuevos empleados y entre ellos
una mujer joven, viva, resuelta, práctica, sin hipocresía o artificio con la
que empieza una aventura que nos da para reflexionar a través de los
comentarios en el diario sobre las relaciones entre personas con evidente
diferencia de edad, sobre la necesidad de formalizar relaciones, de que los
hijos de un viudo o divorciado acepten a la nueva pareja de los progenitores,
sobre el disimulo de “las cosas del querer” en el trabajo o socialmente, de la
condición de la mujer escondida, a la que le ponen un piso, de dónde queda la
dignidad o qué moralidad tiene el que destierra al secretismo al amor y el
objeto de ternura. Ahí hemos descubierto la maestría del autor construyendo los
personajes, en especial el del protagonista Martín Santomé del que sabemos cómo
actúa y cómo piensa por sus propias palabras en el diario. En este punto se
produjo una disensión de opiniones pues alguna socia comentó que no había
podido odiar al personaje porque lo comprendía en su tiempo, en su lugar, como
producto de su época, pero sin embargo otras socias afirmaron no soportar su
mediocridad, su falta de coraje para emprender, para vivir con intensidad, para
superar ese océano de existencia penosa en la que vivía por haber perdido a su
primera mujer, por tener un trabajo alienante, por estar anestesiado y ser un
sujeto de los que “no nos sirve para mejorar el mundo”, él mismo dice “soy un
triste con vocación de alegre”. La poca brillantez del personaje lo ha llevado
y lo amenaza con no vivir por miedo a
perder, por no amar y no entregarse por miedo a que en un futuro le puedan
poner “el cuerno”. Benedetti nos planta ante este hombre que cuenta su “tregua”
y nos recuerda lo efímeras que son, nos recuerda el carpe diem, porque si no
aprovechas el hoy, quizás no tengas una segunda oportunidad.
Martín Santomé reconoce “me cuesta ser
cariñoso, siempre doy menos de lo que tengo” y en esas reflexiones y otras
muchas es donde vemos al ser sensible que es Mario Benedetti, porque el
personaje, tan apático, tan remolón, se expande en sus apreciaciones en el
diario, en sus concreción del amor, de las emociones, de lo que merece la pena del ser humano, una incoherencia que no podemos tomarnos más que como una licencia
literaria. Como apuntó una socia, si detrás de este personaje no estuviese el
autor, de ninguna manera podría tener la riqueza emocional y la capacidad para
llevarla a las páginas de un diario.
Otra forma de acercarnos al personaje es a
través de lo que escribe sobre la relación con sus hijos. Excepto con su hija,
que hace funciones de mujer de la casa y cuidadora del padre por su condición
de mujer, Martín tiene mala relación con sus hijos, dos, dos varones, uno que
sale mucho y otro que lo saca de su zona de confort porque es homosexual y eso
sí que no se puede admitir porque lo bloquean sus creencias sociales. Lo puedes
odiar o también comprender porque así eran muchos, pero muchos, muchos, de
nuestros padres, el juicio social, el desconocimiento, el pecado discriminado,
la educación los habían convertido en lo que eran, yo no me siento capaz de
juzgarlos, sin embargo, no es un personaje del que aprender de forma vicaria,
de hecho es absolutamente odioso cuando habla de la mujer despreciativamente,
del feminismo, del disfrute del sexo en la mujeres o los homosexuales, cuando
hace crítica ácida de los amigos, cuando se ríe maliciosamente de ellos, una
joyita de señor muy bien construido por el autor.
Lo que sí es interesante, como dijo una
socia, es que estas vidas tan mediocres, de hombre vulgar, común, sin
heroicidades ni aventuras puedan dar par una buena obra literaria si el autor
sabe llegar a su figura, si consigue dibujarlo con palabras, y un dibujo se
comprende muy mal si no se ponen sus sombras. Eso es lo que ha hecho también el
escritor Manuel Vilas en su obra memorialística “Ordesa”, el estudio psicológico del hombre común y sus
ecosistemas abstraídos por la genialidad de escritores sublimes, es lo que
haría de ambas obras unas candidatas perfectas para llevarse a una isla
desierta, porque el ser humano está tendido sobre sus renglones.
Empieza el libro con una poesía de Vicente
Huidobro que es un presagio de la atención al Jano bifronte que hay en el
personaje y en todos nosotros, somos más de uno o un uno hecho de dos. Esta
mención que realizó una de las asistentes nos sitúa ante un ser de verdad con
claroscuros, la historia está más llena de estos antihéroes que de héroes de
verdad, pero es que incluso los héroes son bifrónticos, ¿sonimpecables en todo?
Este es el inquietante poema de Huidobro:
Hubo una intervención muy interesante que
analizaba la elección de los nombres por un simbolismo, esta participante
asoció el apellido Santomé al de Santo Tomás Apóstol, el de "si no lo veo no lo creo", a Laura Avellaneda con laureada
por victoria, incluso hubo otra socia que se fijó en que siempre el
protagonista llama a su amante por su apellido, Avellaneda, como si fuese una
colega de trabajo, pero es que Avellaneda nos lleva a Gertrudis Gómez de
Avellaneda que como Mario Benedetti también se exilió en Madrid.
El lenguaje de la obra es sencillo,
preciso, precioso y nos ha servido para ver de una forma deliciosa un hecho
mucho más prosaico, una crítica social a la aborregada clase media, al síndrome
del funcionario, a los seres autistas, cómodos, dirigidos por una ambición
utilitaria que los convierte en “another brick in the wall” como cantara Pink
Floyd. Estos seres apáticos abúlicos que rara vez tienen una tregua se siente a
salvo en la rutina, “fue un día de rutina, fue un día feliz”, así lo expresa el
propio protagonista y por eso se agarra al diario, a su soma contable, el que
lo mantendrá atado a la rutina como un montañero a una línea de vida y ahuyentará
los fantasmas de un tiempo nuevo de un tiempo propio tras la jubilación, de un
tiempo aterrador y desconocido.
En fin, que hemos disfrutado muchísimo con
esta obra literaria que nos ha dejado frases y reflexiones para atesorar. Esperamos que el próximo 20 de mayo
podamos tener otra estupenda tertulia con el estudio de “El Barón Rampante” de Ítalo
Calvino.