El flamante
Premio Goncourt 2017 ha sido la lectura elegida para la tertulia de Agosto de
la Asociación de Mujeres Universitarias de Marbella, celebrada como es
tradición en el Marbella Club. En esta ocasión hemos tenido unanimidad en la
opinión de que es una obra magnífica por su planteamiento, la exquisitez de su
prosa y los interesantes puntos de vista históricos, filosóficos, políticos y
sociales que subsisten.
“El
Orden del Día” es la narración histórica con ciertos diálogos y momentos
novelados, “un réçit” que dirían los franceses. Cuenta los momentos previos y
coetáneos a la anexión austríaca por el III Reich. Y como en una obra de
teatro, el autor nos presenta varias escenas en las que se pone de manifiesto
la responsabilidad compartida en el Anschluss por acción u omisión tanto de los
estados internacionales, como de las élites empresariales o el pueblo austríaco
seducido por el sueño de un atajo hacia la gloria patriótica y el bienestar
económico. Esta exposición nos hace temer por su paralelismo con otros
movimientos actuales, pues tenemos clases sociales en penuria, la falta de
cintura de la ONU y la UE y los poderes económicos que se alían con el poder a
fin de no perder el ritmo de sus ganancias, sin escrúpulos, sin conciencia, y
en muchos casos, siendo los mismos que reunió Hitler y con cuyo dinero se
financió la Expansión: Bayer, Afga, Opel, IG Farben, Siemens, Allianz,
Telefunken, Thyssen-Krupp… Echamos de menos a Hugo Boss en el grupo, aunque
puede que no acudiera a esa reunión cuyo orden del día fue conseguir la
financiación para que empezara la locura.
Todas las
socias coincidimos en que es una obra sublime por la belleza del lenguaje, no
debiera sorprendernos, ya que los premios Goncourt siempre homenajean a la
lengua francesa como la joya que es, por su sonoridad, su flexibilidad y las
posibilidades de expresión. Las que lo pudieron leer en francés atestiguan el
uso maestro del idioma, los adjetivos precisos, los subjuntivos, los
pluscuamperfectos que nos dan matices que en otras lenguas no se conocen, los
giros poéticos y eruditos, una auténtica delicia que en español no desmerece ya
que nuestra lengua también es capaz de esa gama de colores.
Los
temas que discutimos inspirados por la redacción fueron numerosos, entre ellos, la actitud de
brazos cruzados de las potencias extranjeras que no vieron el peligro del
rearme, la expansión y el contenido ideológico de los mensajes nazis, en gran
parte porque tenían el centro del pánico situado en el Comunismo, muy
destructivo y responsable de no menos muertes que el movimiento iniciado por Hitler,
pero que sí atacaba las bases del poder económico, lo que hizo reaccionar a un
buen número de empresarios, presidentes de grupos empresariales que no
sufrieron su responsabilidad ni fueron juzgados en Nuremberg al no ser personas
sino entidades y que “aún están presentes en nuestros hogares, son nuestras
baterías, nuestros ascensores, nuestros electrodomésticos…”.
Comentamos que la actitud del narrador es de presencia caustica, con comentarios
mordaces y la presentación de escenas que fundamentan su postulado de que hoy y
ayer, el poder económico tiene la clave de los movimientos del mundo. Alguna
socia comentó haber oído que durante la crisis “Habríamos necesitado una guerra”,
destruir para construir y crear negocio. Por esta razón es posible que estemos
envueltos en un inevitable conflicto movido por los hilos de los que azuzan la
candela de los conflictos nacionalistas, migratorios, religiosos y que pueden
envolvernos en llamas a poco que salte una chispa. Algo nos tranquiliza, y es
que tras la II Guerra Mundial, el hombre de a pie empieza a sentirse alejado de
los sentimientos patrióticos, de las banderas, a comprenderse manipulados por
los poderes y a leer entre líneas, de ahí los altercados por la Guerra del Vietnam
o la de Irak.
La
actitud del pueblo austríaco ante la anexión tuvo también su protagonismo con
los comentarios sobre la grotesca bienvenida de cientos de personas que
agitaban sus cruces gamadas ante un ejército que se demoró por un atasco de
tanques que eran más una chatarra que una verdadera fuerza bélica. Pero, todo
no fue parabienes, muchos austriacos se exiliaron, otros resistieron mudos por
el miedo y un buen número se suicidó incapaz de vivir la barbarie que
vaticinaban. Porque este tipo de conflictos, más que prosperidad, está
demostrado que acaba con una generación de jóvenes y trae la amargura y el
miedo de la generación anterior y posterior.
El
tratamiento ideológico de “El Orden del Día” es de lo más interesante y es otro
de los factores que hacen de esta obra un libro fuera de serie, es que aunque
muchos nos han contado los hechos puros y duros del III Reich, pocos han
profundizado en los fundamentos de su ideología, la excusa filosófica y
antropológica que permite tener derecho a la expansión por el concepto de
espacio vital o a creerse superhombres y desposeer de humanidad a
discapacitados, homosexuales, judíos, gitanos… para poder usarlos como esclavos
y posteriormente proceder al exterminio del otro, así como fundamentar la
militarización en la disciplina y austeridad como principios. De esta manera se
percibe a Nietzsche, Hegel, Schopenhauer, Chamberlain y otros.
Eric Vuillard
es un escritor cultísimo y muy versado en la materia del III Reich, sus continuas
citas nos han movido a la investigación y hemos descubierto, por ejemplo, que
Napoleón II hijo de Napoleón y María Luísa, no reinó nunca por más que recibiera
el título de Rey de Roma al nacer. Precisamente eso es lo que recolectaron los
austriacos de las promesas de Hitler, aire, viento y títulos sin reinados, una
prueba del sarcasmo erudito del escritor. Bajo estas líneas puedes ver en vídeo
la presentación de “El Orden del Día” en la Fundación Mapfre y disfrutar del
entusiasmo, la pasión y el conocimiento del autor.
Y como
esta tertulia ha reflejado, todo lo que se pueda contar sobre el libro lo sobrepasa
en extensión, pero no en densidad, ni en calidad, ni en belleza, ni en interés
a la narración de Vuillard. Porque es sublime y ni en mil quinientas páginas de
algunos tochos que creemos empiezan a dejar de estar de moda, gracias a la
evidencia de su prescindibilidad y a muestras tan obvias como este Premio
Goncourt, podríamos dar tanto, decir tantas historias y anécdotas, presentar a
tantos personajes, amar la música, relacionar el Pensamiento, dialogar sobre el
Poder, la Propaganda, la Política, denunciar, ridiculizar, presentar lo
grotesco y lo terrible y dejarnos el regusto del relato corto, lleno de huecos
que rellenar con nuestra investigación y relación de conocimientos, y de esta
manera, entrar en pánico, porque los mismos, las mismas fuerzas, siguen
portando las máscaras, tienen el atrezo preparado para dirigir el Gran Teatro
del Mundo.
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