Comentario de la tertulia basada en el libro
de la escritora Marisa Madieri “Verde agua”
Día 25 de junio
Marisa Madieri |
Hoy nos enfrentamos a una novela maravillosa,
en la que nos parecería que hay dos narraciones dentro del mismo libro. Una es
la novela en si y la otra narración es poco conocida o habitual. Es el Posfacio.
Es común los prólogos previos a la narración, normalmente escritos por
literatos, profesores, periodistas, pero éste Posfacio está narrado por su
marido, el hombre que más la conoció y que tanto amó. Hay un refrán que dice”
Detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer”. En este caso podríamos
escribir lo contrario “Detrás de cada gran mujer, hay un gran hombre”.
Claudio Magris - marido Marisa Madieri |
Este Posfacio comienza con un pensamiento de
Nietzsche “Somos profundos, volvamos a ser claros”. Estas palabras describen a
la perfección a Madieri, a su poesía, a su narrativa clara, sencilla, a la que
todos podemos acceder y comprender.
El agua es un gran elemento de la escritura de
Madieri y le sugirió paisajes esenciales en su vida de plenitud, abandono,
soledad, misterio. Los horizontes adriáticos de Verde agua y otros escenarios
que vemos en otros cuentos de Marisa.
En “La caracola” su último cuento, una pequeña
obra maestra al que no se le podría quitar ni agregar una coma, nos habla del
agua, que sin que ella se de cuenta se está refiriendo a su escritura, claridad
que hace resaltar las cosas en su verdad, restos de naufragios.
Su marido hace un retrato con total magnitud
en donde se demuestra la gran empatía que hubo entre ellos. Fue más allá de la
relación matrimonial. El hombre ideal para poder estar al lado de esa mujer, de
esa escritora y es en esta narración que se puede seguir disfrutando y aprendiendo
sobre esa maravillosa mujer.
“Verde agua”
Verde agua es en primer lugar el testimonio de
un drama histórico, de una experiencia colectiva, de una vivencia personal.
Su hilo conductor, es el resurgir del éxodo
Istriano, tema que a casi todas las socias nos tomó desconociéndolo. Todas
conocíamos otras tragedias, como los campos de exterminio de Polonia, Alemania,
Balcanes, Armenia, pero ese tema que nos habla del final de la segunda guerra
mundial, la Yugoeslavia de Tito, tras su extraordinaria resistencia partisana,
no solo recuperó tierras étnicamente eslavas incorporadas anteriormente a
Italia, sino que ocupó e hizo suyas tierras en las que vivían italianos como Istría
y Fiume, actualmente Rijelca en Croacia. En los años siguientes los eslavos surfrieron
la opresión y la violencia fascista y la negación de los derechos por parte de
muchos italianos que se consideraban nacionalistas.
Allí aparecería el eterno
conflicto de dos mundos, el Este y el Oeste. Entre el comunismo y lo
occidental.
Alrededor de 300.000 italianos abandonaron en
los primeros años de la posguerra, marcados por el miedo y la persecución,
Istria, Fiume y otras localidades dálmatas, perdiéndolo todo o viviendo durante
muchos años, como la escritora Marisa Madieri y su familia la vida precaria del
exiliado en campos de refugiados como el Silos triestino, descrito en el libro.
La falta de pertenencia marcó a toda esa gente
que era mirada con sospecha y los empujaban al aislamiento. Hoy 2018 y ya años
anteriores, podemos comprender mucho más toda esa ealidad al estar viviendo el
mundo un proceso parecido.
En la tertulia se habló del tema de los
emigrantes actuales, huyendo de Siria, de dictaduras, de hambrunas que los
obligan a arriesgar su vida en busca de un destino mejor para sus familias. Ese
es el mejor ejemplo para poder comprender la narración de Madieri.
Una de las socias mencionó el que sería el
mayor problema de un emigrante, perder su idioma. De los sentidos, es
preferible perder la vista, pero perder la palabra, la única comunicación entre
los seres humanos, debe ser trágico.
A pesar de todo ese sufrimiento en “Verde
agua” Madieri nos hace notar el amor por esa múltiple identidad de frontera,
por ese crisol. Trieste, Italia, con su impronta austríaca, con la minoría
eslovena, presente desde hace siglos. La comunidad judía y las otras, Istria,
véneta, en las ciudades de la costa. También croata y húngara en el interior.
Una frontera puede ser un puente para encontrar al otro o una barrera para
rechazarlo.
La narrativa de “Verde agua” Por momentos
provoca fascinación, Es un deleite para la sensibilidad, Palabras prolijamente
buscadas, Los recuerdos se tornan seductores. Uno se queda maravillado ante
tanta armonía, el adjetivo perfecto. Es
una narrativa poética y por momentos dolorosa,
La descripción del Silos lastima, duelen las
carencias, el flagelo del frío o el insoportable calor, La falta de aire, el
desamparo. La palabra justa es desolación. Pero aun así hay un elemento en
Marisa que es el optimismo, la delicadeza, la alegría, que no la pierde nunca.
“La vida, pues afuera, era grande, bella,
dolorosa y sagrada y yo un día la alcanzaría”
Hay en ella una puntillosa fidelidad a lo
real. Hay poética, hay estilo. Lo sensual reside en lo no dicho, como la punta
del iceberg que menciona Hemingway.
Como Kafka, Madieri trabajó en una entidad
pública y se nota en su escritura, toque inconfundible de silencio, sabia
sencillez en una hoja, saber escribir lo justo, recortar.
También se destaca en su escritura el manejo
que realiza con sus personajes. En la levedad de la existencia.
Ella percibe a la mujer adulta que vuelve a
pensar y a elaborar ese pasado, la de su presente y de su futuro que se anuncia
con signos inquietantes: la de su plenitud y de su melancolía, la de su amor,
la de la existencia compartida, la del encanto y del desencanto de vivir. Acá
se nota que el gran protagonista de “Verde agua “es el tiempo.
Es una historia, con pequeñas historias de
acontecimientos picarescos, cómicos y dramáticos de absorta meditación y alegría
festiva, de abandono, a la plenitud del ser. Es un libro contra el olvido, para
rescatar el sufrimiento, para dar testimonio de gratitud.
En éste clásico contemporáneo, dijo en una
entrevista, algo que la retrata. “Necesito tantas cosas para llenar pocas
páginas”. En otra entrevista dijo” Nosotros somos tiempo condensado, que la
narración derrite y reconcentra”
El éxodo intriano se vuelve en la experiencia
de una universal precariedad del destino y de un éxodo más grande, aquel exilio
de toda Tierra Prometida que es la condición de vivir, porque Éxodo, enseña la
Biblia quiere decir pérdida, pero también salvación: abandonar y volver a
plantar las propias raíces, muerte y renacimiento. No es casual que la
Metamorfosis sea otro de los grandes temas de Madieri.
Nos preguntamos ¿Es un libro feminista? Podría
decirse que sí. El personaje de las dos abuelas, su madre, y la propia Marisa.
Mujeres fuertes, con la aceptación épica de un destino ejemplar y al mismo
tiempo el calmado desafío de la presencia del amor correspondido, de la
existencia felizmente compartida. Un universo regido por genealogías femeninas.
La agudísima percepción de la caducidad y de
la muerte que tiene la autora no contradice, sino potencia ese indestructible
presente de las cosas.
En Madieri vemos una puntillosa fidelidad a lo
real, dentro del estilo y la poesía que está presente en todo instante junto a
la sencillez de un fluir que hace hablar sobre todo a las pausas. Se observa la amable impenetrabilidad ante la
violencia y la bajeza, desapego embebido de pasión y de amor por la humanidad.
Vemos pocos trazos que nos hablen de la pasión
por los hijos.
En esta obra están los valores que la autora
afirmaba conscientemente. La mirada de Marisa no se asusta ante el mal, el
ultraje, el horror, aunque hay algunos párrafos de brutalidad (como episodios
de violación por parte de su tío a su mujer y a sus hijas) y en otra parte de
la narración lastima la devastadora destrucción física de su madre, encarnación
misma del significado más alto de la existencia.
Madieri percibe a la existencia como
continuidad con cálido abandono y con caridad cristiana.
Era consciente de que la vida es un buen
combate y de que, como dice el Evangelio, hay momentos en los que es preciso
vender la capa y comprar una espada. Quizá su historia nada fácil, que cuenta
en “Verde agua” le había enseñado a saber usar, con renuencia, pero con decisión
esa espada y ni siquiera al cáncer le resultó fácil vencerla.
Ella sabía decir que, una vez que se ha mirado
a la cara el lado oscuro de las cosas, se puede amar felizmente su carrusel
desordenado y placentero, su comicidad, el estrafalario y amable teatro del
mundo.
Resumen de Minina Yasenza
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