La tertulia literaria de la Asociación de
Mujeres Universitarias de Marbella se reunió el pasado lunes para profundizar
en una obra necesaria pero muy inquietante, una genialidad que te arrastra y te
roba las energías, una lectura perturbadora de la que no se puede salir
indemne.
Una opinión mayoritaria de socias fue considerar
“Siete Casas Vacías” como una obra de enjundia literaria, muy bien escrita, que
te atrapa y te lleva a las profundidades del alma humana, al egoísmo, la
locura, la maldad, la muerte, la falta de adaptación o de resignación, de
habilidades sociales y para la vida. La obra es un espacio, un ecosistema, un
clima irreal en base a perversas realidades cotidianas, dentro dela normalidad, la muerte de un hijo,
la demencia senil, los egoísmos tumorados en las relaciones familiares, una
visión en tubo de la existencia humana que produce horror, angustia, rechazo,
un daño gratuito que algunas compañeras no quisieron afrontar y desistieron.
Varias socias coincidieron en que la
lectura les había llevado por los caminos emocionales de Poe, lugares donde la
maldad produce un entorno oclusivo, sin aire, aspectos del ser humano que
elegidos, acentuados y puestos en fila desposeen de la esperanza y del que
sorprende que no se huya a la velocidad del rayo.
Esta literatura de lo feo, de lo horroroso
requiere de un conocimiento del ser humano que entendimos la autora tiene, pero
que nos sorprende por su juventud y nos preocupa que haya vivido en piel
propia. Como dijo una compañera, la
autora se ha metido en los personajes, en su mente, pero es que la perturbación
de la mayoría de ellos, sus vivencias patológicas hacen muy especial la obra.
Samanta es capaz de hacernos sentir el
interior de una vieja egoísta, rencorosa, con una incapacidad grave para amar,
el amor que podría curarlo casi todo, pero que la protagonista de “Respiración
Cavernaria” no contempla, su vida es una sucesión de pensamientos malvados, de
pequeñas venganzas, suspicacias y una terrible omisión de socorro que la
convierte ante el lector en una especie de asesina. Porque como una tertuliana apuntó, esta obra
necesita del lector para eclosionar con fuerza, necesita el alimento de los
propios demonios para hacer crecer la planta de la ignominia.
Algunas socias encontramos un componente
existencialista, una agonía por una vida que no merece la pena. Y desde luego,
así no, así no merece la pena vivir, en el lado oscuro hay poco resquicio para
la felicidad. El relato cuarenta centímetros nos obliga a plantearnos el lugar
de influencia que tiene una persona, a qué se reduce su espacio, nos podemos
sentir grandes, pero la realidad de un asiento de bus, su tamaño, nos da la
medida exacta de nuestra importancia. Claro que, si esta historia nos hace
evolucionar, como es obligación de la cultura, podríamos llegar a la conclusión
a la que llegó una de las compañeras, y es que cuarenta centímetros de cada
persona puesto en común con todas las de su grupo, hacen un área colectiva más
grande y la esperanza la podemos centrar en que “la totalidad es más que la
suma de las partes”.
En la colección de relatos se muestran
simultaneas la malicia y la locura, como hechos cotidianos. Una niña se educa
con una madre que va con el coche destrozando jardines, una madre que se
avergüenza de los abuelos, un pobre hombre que quizás no fuese un pederasta
pero que la locura de la desconfianza social lo juzga como tal, una desgracia
de esta sociedad que nos aleja de los niños para protegerlos, priva a los
mayores de su inocencia y a ellos de la experiencia vicaria. ¿Será esto el
triunfo del mal? Más de una nos lo preguntamos. Esto dio para un interesante
debate sobre el Mal, su capacidad de contagio, su manera de esconderse, de
engañarnos, pero también alentó la reflexión de que cualquier tiempo pasado no
tiene que ser mejor, como diría Javier Gomar, el hombre tiene mecanismos de
defensa.
La incomodidad que produce esta colección
de relatos deviene de “habernos quitado el orden”, como se planteó, el ser
humano necesita bases sólidas sobre las que construir su edifico, y aquí
encontramos ascendientes con comportamientos ajenos a los valores que nos dan
consistencia, abdicantes de los roles que nos llevan a trascender.
Una socia nos hizo recapacitar sobre el
título, para ella era lo mejor del libro, pero este comentario nos llevó a
investigar en el significado de “Las casa Vacías”, almas vacías, mentes
inútiles, sin AMOR, sin capacidades para la vida, la razón perdida, por el
dolor y por el enfrentamiento con el significado de la existencia, la resistencia
a asumir las normas del juego, a sentirse perdido, desgraciado, por la no
aceptación, una crisis de valores, un bajo nivel de frustración, la
magnificación de los golpes de la vida y el tomar el todo por esa triste y
desesperanzada parte. Más casas, más que mentes, corazones, corazones vacíos y
yermos. En definitiva, un libro importante pero que no volveremos a leer, mucho nos tememos que no se convierta en un Best Seller, lo que a nuestros ojos lo engrandece.
El próximo 12 de Junio volveremos a
reunirnos, esta vez para analizar “Mi Planta de Naranja Lima” de José Mauro de
Vasconcelos, ojalá nos haga palpitar, tenemos el corazón encogido.
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