Esta
obra epistolar ha sido el objeto de estudio de la Asociación de Mujeres Universitarias
de Marbella de este mes. Una lectura que ha resultado de relevancia para todas
las tertulianas que hemos caído bajo el influjo de una niña que cuenta una
infancia atroz de carencias intelectuales, emotivas y materiales pero que nos
sorprende con una adultez entre libros y artistas de primer orden, con una
actitud generosa y solidaria, además de una producción pictórica notoria y este
libro biográfico indispensable por la forma y por su contenido, del que cae uno
atrapado hasta su final para despertar con una sed de más información sobre
esta pintora que frecuentó los círculos intelectuales latinoamericanos y
parisinos del siglo XX, se codeó con las vanguardias y tuvo relación personal
con Germán Arciniegas, Botero, Diego Rivera, Prampolini, Alberto Moravia, Sartre,
Passolini, García Márquez y formó parte del equipo de la última exposición de
Frida Kählo.
Esta
tertulia ha resultado una unanimidad en cuanto a la elección de la obra y ha dejado una buena ración de aportaciones de
las socias que han expresado sus apreciaciones. Como decía una de ellas,
nosotras no nos quedamos en que una obra sea bonita, sino que sea impactante,
que nos cuente historias con las que abramos el horizonte, que tengan calidad y
si es posible novedad formal, que nos haga buscar, investigar, sentirnos
inquietas, pensar en ellas cuando no la estamos leyendo, compartir sensaciones,
escuchar otros puntos de vista, abrir otras puertas por las que las asistentes se
hayan aventurado, que nos rete y nos deje el placer que supone ser conscientes de
que tras haber pasado por nuestras vidas, ya no somos las mismas y esperamos ser
mejores. Esta novela epistolar y biográfica contiene, además, un prólogo y un
artículo que indiscutiblemente forman parte de la obra por su aportación a la
figura de la protagonista.
Lo que
se presenta extraordinario en la obra es que Emma Reyes cuenta su difícil
infancia a través de cartas en las que cuenta desde su primer recuerdo sin rencor,
sin juicio moral, como si aceptara el abandono, la falta de amor y el no lugar
en el mundo. La escribidora de cartas es un alma limpia, fuerte y valiente, una
flor única en un campo quemado (como expresó una socia). Emma lo hace con pocas
palabras, con imágenes cinematográficas, con cierta belleza. Pero a nosotras,
esa grandeza de carácter no nos desvía de la terrible situación que viven
muchos niños, incluso en nuestro país, lo vulnerables y lo desprotegidos que
están y cómo no tienen capacidad ni para saber que están recibiendo malos
tratos porque para ellos sus adultos de referencia son incuestionables. Esta
conciencia y saber que la novela es autobiográfica nos ha causado una profunda
conmoción. Como dijo Rilke “La verdadera patria del hombre es la infancia” y
Emma sobrevivió a ella gracias al Arte y la Cultura y desde luego a su resiliencia.
Quizás
el talento de Emma Reyes reside en su empatía, en comprender que todos los
actores de su historia son víctimas, mujeres repudiadas por la sociedad por
tener hijos sin casarse, que no tienen más recursos que seguir explotando su
biología femenina, hombres que traen en su educación la permisividad sexual, el
desfogue con otras mujeres que no son la propia y a la que les piden lo que no son
capaces de pedirle a ella, porque todo es pecado y todo es culpa y todo es
apariencia y todo es antihumano, programado y sin solución. Y ahí quedan esos
niños, cuestionados hasta para entrar en un hospicio, hijos del pecado, una
lápida de varias toneladas de la que rara vez alguien se libera, Emma Reyes lo
consiguió.
Esta
comprensión de la inevitabilidad de la vida de sus “padres”, porque todo el
mundo tiene padres, aunque no los conozca, de la vida de las monjas que quizás
también fueron niñas abandonadas en el hospicio, de algún sacerdote que también
forma parte del horror, esta aceptación, esta falta de juicio, hace que los
demonios de Emma no aniden en su alma y ella pueda desarrollar una vida de
talento y relaciones humanas satisfactorias. Como comentó una socia, es
terrible la frase que dice María con respecto a su hijo natural: “El hijoputa
este cómo se parece al padre”, porque María es una madre desnaturalizada, un
corazón encanallado por el miedo a ser descubierta, algo horrible, consecuencia
de unas vivencias y un modus vivendi.
Estas “Memorias
por Correspondencia” están formadas por el prólogo de Leila Guerriero, las
Cartas que Emma escribió al intelectual Germán Arciniegas y un artículo en el
que se conoce a vuela pluma la trayectoria de la protagonista como pintora y personaje
influyente entre los artistas latinoamericanos, italianos y franceses en plenas
vanguardias artísticas. Este peso desigual de información en la adultez y a la
vez, la sensación de que debió ser apasionante nos ha dejado con un hambre de
saber que nos ha llevado a investigar, sabemos que parte de su obra está o ha
estado cerca de nosotras, en la Fundación Arte Vivo Otero Herrera de
Benalmádena y nos disponemos a visitarla si se pudiera.
La obra pone de manifiesto el hecho
histórico de los abusos de miembros de la Iglesia a niños y niñas. Este
lamentable y repugnante hecho prolongado a lo largo del tiempo plantea dos
posturas entre las asistentes a la tertulia, una es la que mantuvo una de las
socias con respecto al odio que le produce la Iglesia y sus miembros debido a
sus experiencia propias o vicarias. Por otra parte, otras, sin quitar hierro a
esta verdad horrenda, presentan el hecho de que no se puede generalizar, de que
son muchas las obras que desde la Iglesia se han hecho y que una vez más, el
estamento era el refugio de personas que no tenían lugar en la sociedad, de
mujeres que no querían casarse, de otras que no tenían donde ir, de hombres
cuyo estatus en la línea de sucesión les asignaba ese rol desde el nacimiento,
de homosexuales que escondían su condición bajo sotanas y hábitos, de personas
de las que también se había abusado, auténticas aberraciones antinatura que no
justifican, porque es injustificable, pero sí nos devuelven la imagen del ecosistema
donde sucedía toda esta infelicidad. Se contaron anécdotas de colegios que
humillaban a las chicas “de balde”, “las de caridad”, un apartheid cruel que se
justificaba porque cada uno tiene el lugar en el mundo que Dios nos ha dado,
otra de las interpretaciones equivocadas de la palabra de Jesús o
conscientemente dirigidas a la resignación y el control social. Para terminar
este tema, también hubo socias que contaron sus estupendas experiencias con
monjas y sacerdotes.
Otro
aspecto que nos interesó de la historia de Emma fue que gran parte de ella
fuese verdad, es verdad que la cuenta una mujer desde sus recuerdos de niñas,
pero es una autobiografía. Es por eso que nos maravilló la estabilidad mental
de la adulta, cualquiera en su caso estaría con grandes depresiones o una
ansiedad crónica como mínimo, realmente, muchos de los hechos que esta niña
pequeña vivió son para haber dejado cicatriz traumática en su estructura
mental. Para empezar, no sabía quién era su madre o su padre, ni siquiera tenía
concepto del significado de ello, no tuvo vínculos familiares excepto con
hermanos sin nombre a los que vio abandonarse, no le hablaban, no la tocaban, la
encerraban en lugares infectos durante días, debía hacer trabajos para los que
no tenía ni estatura, recibió y vio violencia y abandono, luego fue explotada por unas monjas que se
dedicaban a hacer ajuares, mantos y túnicas bordadas, años de reclusión en un
convento y salió de él sin saber ni escribir.
Alguna
socia comentó que se notaba la influencia de la cultura española en la sociedad
Colombiana, como es lógico, más aún con esa base religiosa católica de la que
también son partícipes países como Italia, Francia y Portugal, pero no es menos
castrante la sociedad que se deriva de la religión musulmana y qué decir del
protestantismos y derivados como el puritanismo, en fin, otra interesante vía
de discusión. Alguna compañera comentó que en Francia también existían ese tipo
de conventos en los que se realizaban trabajos muy elaborados, de gran calidad y
por supuesto realizados por monjitas y hospicianas sin derechos laborales ni
sociales.
Como
todo lo que ocurre en la infancia marca la existencia de la persona, podemos
apreciar de manera optimista cómo las horas de bordados de flores en las
casullas, los ajuares y mantos se convirtieron en hermosos cuadros florales de
vivos colores. Además, como se aprende por imitación o por reacción, como
enseñaba en sus cursos para padres nuestra antigua socia y querida Mavi López,
Emma desarrolló una empatía social que la llevó a acoger a los intelectuales
latinoamericanos en Francia y además, dejó en herencia sus propiedades a
hospicios de Colombia, un aprendizaje por reacción que es un ejemplo.
Para la
tertulia del próximo 19 de noviembre, analizaremos la obra de “La Flor Púrpura”
de Chimamanda Ngozi Adichie, una obra que también promete crearnos grandes
conflictos emocionales.
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