Graham Greene se puede considerar en nuestro tiempo como uno de los grandes de la
Historia de la Literatura, de la redacción acertada, el profundo conocimiento
del ser humano y de los procesos más oscuros de las actividades secretas de
diversos estados durante la Guerra Fría. Por este motivo la Asociación de
Mujeres Universitarias de Marbella, AMUM, ha profundizado en una de sus obras,
“El Factor Humano”, que ha sido objeto de lectura, reflexión y tertulia del mes
de julio.
En
primer lugar, el hecho de acometer el estudio de una novela de espionaje,
catalogada como tal, ha traído varias consecuencias en las socias. Algunas han
reconocido la pereza con la que empezaron a leerla, precisamente por el tema
trasnochado y poco habitual de nuestras tertulias, donde apreciamos más la
belleza de los pensamientos y la redacción, sin despreciar una buena
trama. En este caso, se han visto sorprendidas por una obra de madurez de
Greene, un trabajo que aúna su pasión por el tema de los agentes secretos y el
tempo, belleza y profundidad de un literato consagrado.
Por otra
parte, las socias a las que el estereotipo de género literario les había
pronosticado una lectura ligera, veraniega, llena de sorpresas, giros, escenas
de acción, quedaron defraudadas porque “El Factor Humano” no es en absoluto una
lectura rápida, de hecho, más que hablar de Guerra Fría, de espionaje, de
Estados, de lo macro, lo que trata es de lo micro, del hombre, del ser humano,
muy humano y de las emociones que mueven al individuo por encima de los valores
generales.
Uno de
los temas que llamó la atención de la novela es la presentación del espía y más
aún el doble espía como al antihéroe, un señor que realiza tareas
administrativas tediosas para su país dentro de alguno de los organismos que
tan idealizados tenemos como el MI5 o el MI6. Un agente que quizás en otros
tiempos ha tenido actividad aventurera, de hecho, consiguió salvar a una mujer
negra y su hijo, en una huida de película, pero que nosotros sólo podemos
imaginar ya que no es motivo en la obra, es más esta gesta no la realizó por
patriotismo ni en bien de la paz mundial, sino porque la amaba. Sus acciones
son rutinarias, su vida es tranquila, campestre, incluso sus acciones de doble
agente se realizan como un cotidiano, sin misterio ni carreras. De hecho, una
compañera que ha realizado varios cursos de verano en El Escorial sobre Defensa
e Inteligencia, asegura que el espionaje, la mayor parte de las veces, es una
recopilación de información, sin otras connotaciones románticas. Sólo en el
desenlace final que pareció apresurado a alguna tertuliana, se producen
emociones fuertes, pero se inclinan más a la ansiedad, a la angustia de la
pérdida individual que al peligro contra la humanidad, a las guerras,
explosiones nucleares, consecuencias de miles de muertos, traición por entrega
de secretos de vital importancia, poco de lo que ocupa con normalidad una
novela de espionaje.
En esta
obra se presenta al estado implacable frente al individuo vulnerable,
debilitado por sus emociones. Este tema dio para una reflexión importante. El
Estado no tiene sentimientos, tiene objetivos, como sabemos algunos son más
lícitos que otros, pues son muchos los países que tienen Servicios de
Inteligencia y fondos reservados con los que resolver de manera poco clara los
asuntos de las sociedades. En esta historia, el estado propio se convierte en
asesino, es como una apisonadora y no se detiene ante nada, asesina a un
inocente, un blanco fácil, muy “humano” por sus adicciones. Nosotros, los
españoles, sin ir más lejos hemos tenido a los GAL, por el que nuestro Estado
se convirtió en ilegal y asesino, trasladando la parte correspondiente de
responsabilidad a cada ciudadano de este país. Pero, en un estado democrático
existen mecanismos para contrarrestar, en nuestro país se juzgó a los
responsables más visibles del terrorismo de estado, una compañera comentó sobre
los recursos existentes en los EEUU, país al que conoce bien, que defienden
como filosofía de su unión al individuo frente al Tío Sam.
También, siguiendo con la
reflexión de la perversión del estado en la obra, se convierte en mentiroso,
los rusos no tienen ninguna intención de sacar la familia de Castle de Gran
Bretaña y sí de exhibir al que se ha cambiado de bando como un trofeo. Y
finalmente, el estado se presenta como extorsionador, atendiendo al “me cobro
los favores prestados” chantaje emocional que convierte a un hombre honorable
en un traidor que hasta su madre denunciaría.
¿Todo vale
porque lo que prevalece es el interés general de las distintas patrias?, todo
no parece estar justificado, el problema quizás esté en quién decide y por qué
las acciones que le convienen a los países. De hecho, una de nuestras socias
comentó uno de los conflictos que justifican la obra, el Apartheid en Sudáfrica
porque lo vivió de primera mano, en ese estado los dirigentes defendían la
separación y la exclusión de sus propios conciudadanos por motivo de raza, los
conflictos dieron como resultado numerosos muertos entre ellos, miles de
niños. Hablando del Apartheid, otra compañera trajo a la palestra la
cuestión de la paternidad de Castle y de cómo las personas que no han estado en
contacto con comunidades que se pueden mezclar racialmente no entienden de
“tintes”, sin embargo, “cuánto de negro” tiene una persona debió ser una
conversación propia de esa sociedad racista del Apartheid, esperemos que
superada.
Sin
embargo, siguiendo la diatriba colectividad/ciudadano, el individuo tiene
distintas metas a las generales, es movido por sus sentimientos y aunque
creamos que todos pueden ser como James Bond que va por el mundo usando señoras
una tras otra y deshaciéndose de espías como el que se quita pelusilla del
hombro del traje, en realidad, como bien dijeron varias socias, el individuo,
excepto que sea un psicópata, se mueve por sus emociones y por más
entrenamiento que tenga, por más selección que se haga, si un individuo es
“comme il faut” es víctima de su humanidad y ahí es donde el aparato deja de
ser perfecto y confiable, porque interviene “El Factor Humano”.
La obra
precisamente resiste el tiempo porque su meollo no es el espionaje, sino el ser
humano, como se comentó, “la vida cambia que es una barbaridad”, y los
conflictos de la Guerra Fría, el Apartheid y el peligro comunista, se ha
diluido de manera que nuestros jóvenes no se sienten en absoluto afectados por
ello, son sesenta años en los que la humanidad ha pasado del peligro rojo al
peligro del terrorismo islámico y a la apisonadora comercial asiática. Los
espías de ahora son informáticos y árabes infiltrados, ingenieros que conocen
secretos industriales e incluso sociólogos que le toman la temperatura a grupos
radicales a pie de nuestra propia calle.
Todos
estos pensamientos que se extrapolan del “El Factor Humano” hacen que su
lectura sea muy interesante en la opinión de algunas socias, lleno de
pensamientos profundos con frases demoledoras que producen sensación de
angustia e irremediabilidad, una dialéctica de los valores que
lleva a la incertidumbre entre el bien y el mal absoluto, a la par que se
detiene en descripciones meticulosas y deliciosas que otras compañeras
consideraron distracciones, dispersiones, que cortan un ritmo necesario para el
género de espías, más aún cuando adolece de giros, sorpresas y
escenas de acción. Incluso, hubo quien detectó un discurso en el que las frases
manidas, de Perogrullo, moralizantes, hacían el contrapunto de las mencionadas
anteriormente.
El
protagonista, convinimos que era un ser apático, contradictorio, que no quiere
perpetuarse porque no se considera bueno, que no se siente abatido por el
asesinato de su mejor amigo sobre el que tiene parte de responsabilidad, alguna
socia incluso dijo que le había parecido psicopático y otra (la que ha hecho
los cursos en el Escorial) que para ser buen espía se requiere cierta falta de
sentimientos o una capacidad poco humana para controlarlos. Como todos los
personajes, tiene una relación patológica con el alcohol, recordemos en que
hubo un tiempo en que todas las series, novelas y películas tenían estos
productos como de consumo común, en eso también han cambiado las cosas. En
realidad, Castle es muy particular porque se parece mucho a todos nosotros,
pocos son en realidad los que se mueven por la patria, por lo menos en nuestra
sociedad, son nuestros sentimientos los que nos motivan, y el protagonista todo
lo hace por su familia que no está contaminada por intereses poderosos, como
haríamos la mayoría.
Por
último y a manera de chanza, de la misma manera que creo, la escribió Green, se
habló sobre la lamentable comida anglosajona y la capacidad del
británico de elevar “lo suyo” a cotas de excelencia aunque solo sea por la
promoción que saben darle. La escena en la que el autor describe las salchichas
que toma durante el almuerzo es propia de la definición de una gran reserva, o
de un pata negra, en este caso conviene muy negra, con cinco jotas como mínimo.
Para el
próximo trimestre hemos elegido tres libros, como siempre por propuestas y
votación, en Agosto analizaremos “A Propósito de las Mujeres” de Natalia
Gizburg, en Septiembre “La Piel del cielo” de Elena Poniatowska y en Octubre
“Juan Van Halen, El Oficial Aventurero” de Pío Baroja.
Magnífico resumen.Gracias , Ana.
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