El mes de abril nos ha traído una tertulia
de gran nivel propiciada por esta novela noruega que forma parte de la “Trilogía
de Tora”. Muchas han sido las opiniones que nos llevaron a replantearnos
nuestra lectura, por más que todas las tertulianas de la Asociación de Mujeres
Universitarias presentes declararon haber disfrutado ante una obra de gran
interés literario.
La primera cuestión que pusimos sobre la mesa
fue los sentimientos de miedo, culpa y vergüenza que la protagonista sufre, presa
de una educación machista, luterana y pueblerina, que no tiene muy en cuenta la
felicidad, el desarrollo individual, la diversión, so pena de salirse del redil
y quedar estigmatizada. Bajo este paraguas, las personas no es que dejen de ser
humanas, capaces del bien y del mal, lo que ocurre es que se recluyen y se
enquistan dentro de sí. Y así, llegamos a momentos horrendos de indefensión
ante tropelías, abusos e injusticias, por un miedo al qué dirán y a “habérselo
merecido”. Tora se endurece con la vida, su aprendizaje le enseña a aguantar y
a pensar en el mal menor, incluso con una empatía por encima de lo que a su
edad se le pudiera exigir, ella le evita a su madre la verdad, porque sólo
aumentaría su dolor, su carga, que por otra parte no podría eludir por su nivel
de sometimiento e indefensión social.
Las poblaciones socializadas en estas
creencias llegan a puntos retorcidos como hacer de menos a los hombres por ser
estériles, un lugar donde se valora tanto la masculinidad censura
dramáticamente al hombre que no se comporta como semental. Las mujeres son tan
conscientes de su rol de pegamento social, de su labor decoradora de “defectos
familiares” que como nos indicó una socia, uno de los personajes, Rakel, se
culpa de la esterilidad de su matrimonio, sabe que manteniendo la autoestima
del marido, la cuestión fracasada de la reproducción será comprensible, total
la mujer se valora tan poco que tampoco tiene mucho que perder. Estas poblaciones llegan también a la estigmatización de los hijos por los "pecados" de los padres", en el caso de Tora, por ser hija de un alemán invasor, con el que su madre, la pobre Ingrid había "traicionado" a su nación, síntoma de falta de empatía y de la más mínima misericordia hacia los soldados arrancados de sus casas por caprichos del poder, hacia una mujer al que asesinan a su amor o a una niña que nunca conoció a su verdadero padre.
Fue muy interesante el debate que
mantuvimos sobre la sociedad noruega, a la que creíamos muy evolucionada por
las noticias que nos llegan sobre su Estado del Bienestar. Los habitantes, la
forma de vida, sus creencias y costumbres han cambiado mucho desde la época que
refleja esta primera novela de la “Trilogía de Tora”. “La Casa del Mirador
Ciego” sucede en años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, con las heridas
abiertas aún con los alemanes invasores, en medio de una miseria económica que
llevaba a mal comer, mal habitar y a dar la vuelta a la ropa para poder usarla
de nuevo por la parte oculta, historias de estas también hemos oído en nuestra
España de posguerra. A esta situación histórica hay que añadir la diferencia
que hay entre las ciudades y reductos agrícolas o pesqueros, lugares de poco
mestizaje, endogámicos y valedores de una moral castrante que protege el modus
vivendi. La economía noruega cambió
cuando se empezó a explotar el gas y el petróleo, y como alguna socia dijo, esa
forma estricta de considerar al otro y a sí mismo ha debido tener algo bueno y
es que los políticos noruegos no son propicios a la corrupción, lo que revierte
en la riqueza y la distribución de la riqueza en el país. De todas maneras,
varias socias que conocen el país insistieron en que, sobre todo en las aldeas
apartadas, la vida seguía siendo difícil por la forma de ser de sus habitantes,
en especial los hombres, clasistas, conservadores, religiosos, con un gran
nivel de machismo y altos índices de alcoholismo.
Esta novela, se comentó, es una novela de
mujeres, mujeres en todas las circunstancias en las que se pueden aparecer en
una sociedad como la tratada. Encontramos esposas sumisas, que se resignan ante
los malos tratos físicos y psíquicos, que no se quieren plantear el abuso
sexual por parte de los cabeza de familia a las hijas, mujeres que aguantan con
tal de tener una familia “decente” por más que lo que ocurra en casa sea
totalmente indecente, tenemos las procreadoras, las que le deben a Dios, a la
tierra y al mar una mano de obra sin discontinuidad, también las hay que se
sienten empoderadas aunque sean anecdóticas, las que reconocen su valor o las
que están a punto de emerger y ya se les vislumbra un halo de resistencia, de
esperanza, a esta última pertenece la protagonista Tora, según la apreciación
que tuvieron varias socias. En esta obra no salen muy bien parados los hombres,
al menos la mayoría.
La vida en estos lares, convinimos en que
es muy dura por los largos periodos sin ver el sol, por cómo las personas se
recluyen en sus casas y una socia nos hizo recordar las películas de Irman
Berman con ambientes irremediables, claustrofóbicos, opresivos y aterradores,
tan alejados de la mentalizad mediterránea. Además, en esta aldea se dedican al
tema de la pesca y envasado de pescado, el frío, la humedad, el olor, aumentan
la sensación de vida difícil, árida, inhumana.
Aparte del maravilloso argumento, encontramos
que la forma era de una gran calidad literaria, una prosa poética llena de figuras
tan bien dispuestas que en ningún momento resulta pedante, muy al contrario, es
una delicia descubrir la mente brillante que consigue dar matices tan
originales y líricos a un tema tan difícil. Como aportó una contertulia, no
encontramos un lenguaje tremendista, ni dramático, ni soez, ni hiriente, el “horror”
proviene del concepto y no de la forma. La obra es una colección de verdaderas
joyas en forma de personificación, comparación y metáfora como “el suspiro del
tubérculo” o “la primavera era como una brocha sin lavar olvidada en un sótano”,
de frases sencillas y potentes como “que Dios lo ayude a pasar por el ojo de su
aguja”.
La novela está escrita en tercera persona,
pero el narrador sólo recurre a la omnisciencia interior cuando habla de Tora,
en cuya mente se permite entrar, los demás personajes son conocidos por sus
diálogos o por sus actos. En mi opinión es una vuelta de tuerca a la
estructura, muy original, y muy de agradecer, en un momento en el que ya
creíamos haberlo visto todo.
Además, la mayoría de socias alabó la traducción, cosa que no ocurre normalmente, esta obra comprendimos que está muy bien traducida porque mantiene la belleza del lenguaje y nos acerca a particularidades culturales propias del pueblo noruego.
Nos han gustado personajes como la tía
Rakel, una mujer práctica, resuelta, clarividente que tiene en el tío Simón un hombre “He for She”, como Emma Watson
enunció en su discurso en Naciones Unidas, un hombre de bien, comprometido en
que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho. Un matiz importante que
aportamos siempre en los actos de AMUM, somos mujeres feministas que sabemos
que con la colaboración de nuestros compañeros y familiares varones
conseguiremos más pronto y sin fisuras una sociedad más justo e inteligente que
tenga en cuenta el capital intelectual y laboral del 50% de la población.
Nos gustó tanto la primera parte de la “Trilogía
de Tora” que agradecimos a la socia que la postuló como lectura AMUM. Así, con
parabienes, acabó una tertulia con la que disfrutamos muchísimo, tanto o más
que con la lectura de libro, cuánta mujer inteligente hay en este mundo.
Al comienzo de la soirée votamos por las lecturas
del próximo trimestre. La próxima tertulia literaria de AMUM tendrá lugar el lunes
15 de mayo a las 18.30, como siempre en el Marbella Club, el libro elegido fue “Siete
casas vacías” de Samanta Schweblin. Las otras elecciones fueron: para
junio” Mi planta de naranja-lima” de José Mauro de
Vasconcelos y para julio “El factor humano” de Graham
Greene.
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