martes, 21 de marzo de 2017

“El Atentado” de Yashmina Khadra análisis AMUM


    La tertulia de la Asociación de Mujeres Universitarias de Marbella se ha reunido de nuevo en el Marbella Club para sumar opiniones sobre una novela que ha suscitados opiniones diversas y valiosas.

   La temática de la obra de Yashmina Khadra, la violencia en los estados israelitas y palestinos, nos pronosticaba una tertulia seria, pero como siempre, las aportaciones de las distintas tertulianas superaron las expectativas.

   Había que empezar por el principio y es que, aunque parezca lo normal en este caso todas las socias coincidimos en que el comienzo es brutal, una experiencia para los sentidos que nos hace vivir desde dentro de un atentado, vernos trasportadas al momento mismo donde se produce la explosión y apreciar en conciencia lo que sucede con los objetos y los cuerpos de las personas. Este comienzo nos hizo sentir que este iba a ser un libro que nos hiciera sufrir el horror de la violencia y el despropósito de un conflicto de difícil solución.

    Pero tras unas páginas magnificas, el libro decayó, según la mayoría de opiniones, por pasar de lo macro a lo micro, del sufrimiento de dos pueblos a la historia del desconcierto y de la traición de un individuo, el protagonista. El tema se escora a lo banal desde el momento en que para el Doctor Jaafari lo más importantes es conocer a su mujer y saber le ha sido “infiel en el dormitorio”, sintiendo una especie de alivio cuando se da cuenta que no es un lío de sexo, sino que se “reduce” a una traición de valores fundamentales de la humanidad, el no matarás, el respeto a la vida y que la mujer “sólo” ha mentido sobre su personalidad, pensamiento y su ideología, “no conocía a su mujer pero ella no le era infiel”, ¿qué es ser infiel? Por otra parte, alguna socia no notó tanto este interés por la infidelidad sino por el desconocimiento de su pareja, cuestión que sucede a menudo, cuando algunas personas miran a su marido o mujer y se preguntan quién es, después de tantos años.

    Bien es cierto, como comentaron varias socias, que con esta lectura consigues comprender el conflicto palestino-israelita, más o menos, como mínimo, ponerte en los zapatos de un pueblo acribillado a atentados y de otro acribillado a miseria, actuaciones militares e indignidad. Lo más importante es que el autor consigue arrebatar nuestra empatía para depositarla en ambos lados del conflicto, por más que una socia significó la ausencia de la voz del israelita y otra de la historia de los territorios antes de la creación del Estado de Israel, con poquísima población palestina y con territorios vendidos a los judíos que habían escapado de los Pógromos Soviéticos, pero es que Mohamed Moulessehoul, la persona que se encuentra tras el seudónimo del autor, no puede dejar de ser un Argelino, de creencias musulmanas, aunque muy centrado en la convivencia y la paz.

    Con respecto al objetivo de convivencia y paz, por más noble que sea, no deja de maniatar a la novelación, de manera que el autor crea situaciones, para su utilización didáctica, como las Fábulas de Samaniego, con moraleja y todo, momentos ad hoc, para hacernos comprender el conflicto, lo que nos lleva a sentir que no estamos leyendo una novela, como aportó una de nuestras brillantes socias, sino una especie de ensayo. Aquí hubo mucha discusión, porque algunas participantes sintieron que la narración era mágica, que le hacía sentir el horror, el miedo, la desolación, la impotencia, la rabia, todo ello admitido por las otras que también sintieron que no se creían la situación ni los personajes de lo artificialmente apropiado que servían al objetivo pedagógico del autor, lecciones de supuesta objetividad para comprender un conflicto. Y es que escribir es muy difícil, leer también, pero más cómodo.

   Algunas socias resaltaron la importancia de un texto que nos hace empatizar con las razones de unos terroristas sin hacer apología de ellas. En otro momento se aportó que el propio autor habla de la diferencia entre los asesinos del estado Islámico y la reacción de los palestinos que no tienen esperanza, no encuentran su dignidad, tienen su orgullo herido, viven en la miseria, sin perspectiva y sienten que les han quitado su patria, luchan por su nación palestina y no por un califato cuyo vínculo sea el fanatismo musulmán que les borre su identidad territorial.

    La mayoría coincidió en que la obra está bien escrita, te arrastra con un cierto tono de thriller, hay un misterio que resolver, la narrativa es acertada y aunque hubo una socia que sintió que la traducción es terrorífica, la mayoría disfrutamos con la estructura y la lírica intimista y sus frases que en muchos casos están llenas de contenido susceptibles de reflexión como “los imbéciles son los que no cambian de opinión”, “la ira de los pueblos es superior a cualquier represión”, la interlineal “nada en la tierra nos pertenece realmente…”, “el hombre inventó la guerra la y la mujer la resistencia”, “la revolución se come a sus propios hijos” o “el enemigo es el que intenta meter odio en tu vida”. Se nota que el autor tiene oficio, sabe lo que quiere contar y busca las historias para hacerlo. Sin embargo, hubo una participante de la tertulia que sintió que el final era precipitado, cosa que también ha notado en otras obras, como si el escritor ya hubiera dicho todo lo que pretendía y se apresurara en cerrar el libro; otras no se creyeron la historia ni a los protagonistas, no  empatizaron ni con el marido que insiste en buscar lo que ya es previsible de antemano y al final lo encuentra, porque en el ecosistema de la violencia y la muerte no se puede recolectar perdón o comprensión. Pero la licencia del final en la que el narrador, que es el protagonista, porque está escrito en primera persona, digamos que desaparece, para mí que esta licencia entra dentro de la ilegalidad literaria, si usas la primera persona para contar algo desde tu experiencia no puedes contar lo que sientes cuando te mueres, porque pierdes credibilidad, ¿cuándo lo escribes? Es verdad que es una lectura que recordaremos, pero no por su ser obra literaria.

    Durante y tras la tertulia nos enredamos en unas cuantas cuestiones que nos parecieron de interés y que nos suscitó la lectura:

    En primer lugar, el machismo y la cosificación de la mujer, más aún en los países árabes, hubo una socia que sintió que estaba ante un escritor por más que no sabía que Yashmina Khasra no era una mujer, y era por el tratamiento a la mujer, en las descripciones tan interesadas en la voluptuosidad y esos matices que tanto interesan al varón.

    En segundo, la convivencia en un país como Israel, donde es verdad que hay una población de religión musulmana que convive en paz y tiene puestos de importancia, una socia conocía de un hospital donde había veinte médicos musulmanes, pero, como decía, Israel es país en el que según nuestros esquemas europeos es muy difícil vivir, no digamos Palestina, lugares lleno de miedos, susceptibilidades, desconfianza, alerta continua, heridas, odios, afrentas, violencia, muerte… Qué fanatismo por el terruño, qué sentimiento irracional y poco práctico, pero por otra parte generalizado pues conocemos casos de emigrantes españoles, exiliados, que pedían ser enterrados mirando para España o el maravilloso escritor húngaro Sándor Marai, apátrida desde joven pero húngaro hasta su muerte.

    En tercer lugar, hubo unas aportaciones muy interesantes y sinceras sobre la violencia, sobre si la violencia sirve o no para acabar con una escalada de conflictos, como mal menor, como en Hiroshima y Nagasaki, que las terribles bombas atómicas terminaron con una guerra que hubiera durado como mínimo tres años más. ¿También fue interesante el matiz de duda que queda sobre una violencia desencadenada por una causa justa o injusta, hay una que es mejor que la otra? Viriato era un héroe, para los suyos.

    En fin, que en esta ocasión hemos debatido sobre una obra fácil de leer, que empieza y termina con cierta brillantez pero que decae en los recovecos de la individualidad herida. Por otra parte, el objetivo del escritor de meternos en la piel de los sufridores de atentados israelitas y los despojados palestinos no nos ha aportado gran cosa que no supiéramos y sí nos ha dado para reflexionar la imposibilidad de resolución de un conflicto en el que todo el mundo es víctima y verdugo, y cuyas heridas están tan frescas y sangrantes que sólo hacen alimentar un odio alejando de esos territorios las palabras perdón, negociación y paz. Este panorama, que ya conocíamos, nos ha dejado un regusto de desolación.

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