La tertulia de la Asociación de Mujeres Universitarias
de Marbella se ha reunido de nuevo en el Marbella Club para sumar opiniones
sobre una novela que ha suscitados opiniones diversas y valiosas.
La temática de la obra de Yashmina Khadra,
la violencia en los estados israelitas y palestinos, nos pronosticaba una
tertulia seria, pero como siempre, las aportaciones de las distintas
tertulianas superaron las expectativas.
Había que empezar por el principio y es que,
aunque parezca lo normal en este caso todas las socias coincidimos en que el
comienzo es brutal, una experiencia para los sentidos que nos hace vivir desde
dentro de un atentado, vernos trasportadas al momento mismo donde se produce la
explosión y apreciar en conciencia lo que sucede con los objetos y los cuerpos
de las personas. Este comienzo nos hizo sentir que este iba a ser un libro que
nos hiciera sufrir el horror de la violencia y el despropósito de un conflicto
de difícil solución.
Pero tras unas páginas magnificas, el libro
decayó, según la mayoría de opiniones, por pasar de lo macro a lo micro, del
sufrimiento de dos pueblos a la historia del desconcierto y de la traición de
un individuo, el protagonista. El tema se escora a lo banal desde el momento en
que para el Doctor Jaafari lo más importantes es conocer a su mujer y saber le
ha sido “infiel en el dormitorio”, sintiendo una especie de alivio cuando se da
cuenta que no es un lío de sexo, sino que se “reduce” a una traición de valores
fundamentales de la humanidad, el no matarás, el respeto a la vida y que la
mujer “sólo” ha mentido sobre su personalidad, pensamiento y su ideología, “no
conocía a su mujer pero ella no le era infiel”, ¿qué es ser infiel? Por otra
parte, alguna socia no notó tanto este interés por la infidelidad sino por el desconocimiento
de su pareja, cuestión que sucede a menudo, cuando algunas personas miran a su marido
o mujer y se preguntan quién es, después de tantos años.
Bien es cierto, como comentaron varias
socias, que con esta lectura consigues comprender el conflicto palestino-israelita,
más o menos, como mínimo, ponerte en los zapatos de un pueblo acribillado a
atentados y de otro acribillado a miseria, actuaciones militares e indignidad.
Lo más importante es que el autor consigue arrebatar nuestra empatía para
depositarla en ambos lados del conflicto, por más que una socia significó la
ausencia de la voz del israelita y otra de la historia de los territorios antes
de la creación del Estado de Israel, con poquísima población palestina y con
territorios vendidos a los judíos que habían escapado de los Pógromos
Soviéticos, pero es que Mohamed Moulessehoul, la persona que se encuentra tras
el seudónimo del autor, no puede dejar de ser un Argelino, de creencias
musulmanas, aunque muy centrado en la convivencia y la paz.
Con respecto al objetivo de convivencia y
paz, por más noble que sea, no deja de maniatar a la novelación, de manera que
el autor crea situaciones, para su utilización didáctica, como las Fábulas de
Samaniego, con moraleja y todo, momentos ad hoc, para hacernos comprender el
conflicto, lo que nos lleva a sentir que no estamos leyendo una novela, como
aportó una de nuestras brillantes socias, sino una especie de ensayo. Aquí hubo
mucha discusión, porque algunas participantes sintieron que la narración era
mágica, que le hacía sentir el horror, el miedo, la desolación, la impotencia,
la rabia, todo ello admitido por las otras que también sintieron que no se
creían la situación ni los personajes de lo artificialmente apropiado que
servían al objetivo pedagógico del autor, lecciones de supuesta objetividad
para comprender un conflicto. Y es que escribir es muy difícil, leer también,
pero más cómodo.
Algunas socias resaltaron la importancia de
un texto que nos hace empatizar con las razones de unos terroristas sin hacer
apología de ellas. En otro momento se aportó que el propio autor habla de la
diferencia entre los asesinos del estado Islámico y la reacción de los
palestinos que no tienen esperanza, no encuentran su dignidad, tienen su
orgullo herido, viven en la miseria, sin perspectiva y sienten que les han
quitado su patria, luchan por su nación palestina y no por un califato cuyo
vínculo sea el fanatismo musulmán que les borre su identidad territorial.
La mayoría coincidió en que la obra está
bien escrita, te arrastra con un cierto tono de thriller, hay un misterio que
resolver, la narrativa es acertada y aunque hubo una socia que sintió que la
traducción es terrorífica, la mayoría disfrutamos con la estructura y la lírica
intimista y sus frases que en muchos casos están llenas de contenido susceptibles
de reflexión como “los imbéciles son los que no cambian de opinión”, “la ira de
los pueblos es superior a cualquier represión”, la interlineal “nada en la
tierra nos pertenece realmente…”, “el hombre inventó la guerra la y la mujer la
resistencia”, “la revolución se come a sus propios hijos” o “el enemigo es el
que intenta meter odio en tu vida”. Se nota que el autor tiene oficio, sabe lo
que quiere contar y busca las historias para hacerlo. Sin embargo, hubo una
participante de la tertulia que sintió que el final era precipitado, cosa que
también ha notado en otras obras, como si el escritor ya hubiera dicho todo lo
que pretendía y se apresurara en cerrar el libro; otras no se creyeron la
historia ni a los protagonistas, no empatizaron ni con el marido que insiste en
buscar lo que ya es previsible de antemano y al final lo encuentra, porque en
el ecosistema de la violencia y la muerte no se puede recolectar perdón o
comprensión. Pero la licencia del final en la que el narrador, que es el
protagonista, porque está escrito en primera persona, digamos que desaparece, para
mí que esta licencia entra dentro de la ilegalidad literaria, si usas la
primera persona para contar algo desde tu experiencia no puedes contar lo que
sientes cuando te mueres, porque pierdes credibilidad, ¿cuándo lo escribes? Es
verdad que es una lectura que recordaremos, pero no por su ser obra literaria.
Durante y tras la tertulia nos enredamos en
unas cuantas cuestiones que nos parecieron de interés y que nos suscitó la
lectura:
En primer lugar, el machismo y la
cosificación de la mujer, más aún en los países árabes, hubo una socia que
sintió que estaba ante un escritor por más que no sabía que Yashmina Khasra no
era una mujer, y era por el tratamiento a la mujer, en las descripciones tan
interesadas en la voluptuosidad y esos matices que tanto interesan al varón.
En segundo, la convivencia en un país como
Israel, donde es verdad que hay una población de religión musulmana que convive
en paz y tiene puestos de importancia, una socia conocía de un hospital donde
había veinte médicos musulmanes, pero, como decía, Israel es país en el que
según nuestros esquemas europeos es muy difícil vivir, no digamos Palestina, lugares
lleno de miedos, susceptibilidades, desconfianza, alerta continua, heridas,
odios, afrentas, violencia, muerte… Qué fanatismo por el terruño, qué
sentimiento irracional y poco práctico, pero por otra parte generalizado pues
conocemos casos de emigrantes españoles, exiliados, que pedían ser enterrados
mirando para España o el maravilloso escritor húngaro Sándor Marai, apátrida
desde joven pero húngaro hasta su muerte.
En tercer lugar, hubo unas aportaciones muy
interesantes y sinceras sobre la violencia, sobre si la violencia sirve o no
para acabar con una escalada de conflictos, como mal menor, como en Hiroshima y
Nagasaki, que las terribles bombas atómicas terminaron con una guerra que
hubiera durado como mínimo tres años más. ¿También fue interesante el matiz de
duda que queda sobre una violencia desencadenada por una causa justa o injusta,
hay una que es mejor que la otra? Viriato era un héroe, para los suyos.
En fin, que en esta ocasión hemos debatido
sobre una obra fácil de leer, que empieza y termina con cierta brillantez pero
que decae en los recovecos de la individualidad herida. Por otra parte, el
objetivo del escritor de meternos en la piel de los sufridores de atentados israelitas
y los despojados palestinos no nos ha aportado gran cosa que no supiéramos y sí
nos ha dado para reflexionar la imposibilidad de resolución de un conflicto en el
que todo el mundo es víctima y verdugo, y cuyas heridas están tan frescas y
sangrantes que sólo hacen alimentar un odio alejando de esos territorios las
palabras perdón, negociación y paz. Este panorama, que ya conocíamos, nos ha
dejado un regusto de desolación.
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