martes, 23 de septiembre de 2014

Tertulia de Septiembre de 2.014

    En la tarde de ayer nos reunimos alrededor de veinte socias para dialogar en torno a la obra de Ian McEwan “Operación Dulce” y en esta ocasión coincidimos en gran parte en que no nos había conmovido.    Quizás por su carácter británico, como bien observaron varias socias, nos era ajena una ironía, crítica y sarcasmo con tan pocos tintes de humor.


    El primer encontronazo con la obra supone conocer que no se trata de una verdadera obra de espías, personas habilísimas dentro de una historia de tensión vital. De hecho se trata de poner el dinero del contribuyente en manos de unos políticos/funcionarios que desarrollan un programa amoral por la intención de controlar la opinión de la intelectualidad, además de ineficaz por los pocos controles de su efectividad. Esta crítica al uso de los presupuestos por parte de nuestros gobernantes fue puesto en evidencia por varias socias que destacaron la forma reiterada en que se presentaba el despilfarro a base de cenas con buenos caldos y bichitos de la mar.

    McEwan realiza una sátira de los servicios de inteligencia, de las misiones que realizan, de los métodos de reclutamiento de agentes, del seguimiento de misiones y de la supuesta necesidad de ellos. Se comentó que no quedaba claro cuál era el objetivo del programa ni cómo se iba a controlar. Pero la ironía estaba tan falta de humor, que el posible doble sentido se percibía como una debilidad de argumento.

    Se comentó la falta de sutileza del autor al hacer despliegue de sus conocimientos literarios y políticos, un exhibicionismo intelectual, de manera que al no tener que ver con la trama de la novela hacían desviar la atención, haciendo dificultosa la tarea de la concentración en la lectura. Es evidente que el escritor es un erudito en cuanto a los acontecimientos de la Guerra Fría, que hicieron evocar sentimientos de miedo en las socias que con más intensidad lo vivieron, las que habían hecho prácticas de desalojo y reclusión en refugios nucleares.

    En realidad tanta erudición literaria nos lleva a identificarnos con personas que amontonan libros a su alrededor y en su cabeza, que descubren una forma intensa de vivir la vida sin correr peligros, esa enfermedad también nos pertenece.

    Fue comentado que esta obra queda mal parada en la comparación con otras novelas del mismo autor que sí tienen categoría de Literatura como “Expiación” o “Ámsterdam”, con la que ganó el premio Booker, ese mismo galardón que es objeto de menoscabo en “Operación Dulce” pues lo gana uno de los apadrinados por el aparato del estado, alguna socia se preguntó si el autor no nos quería confesar algo…

    Por otra parte no podemos más que rendirnos ante una prosa correctísima, ligera, que no debiera suponer ningún impedimento a no ser que la historia no te motive a la lectura. Hubo una gran coincidencia en que las mejores partes de la novela eran los relatos del personaje masculino Tom Healy y su carta final, con la gran sospecha de que este elemento tenía bastantes tintes autobiográficos y que la novela la había escrito el mismo Healy pese a que la narración en primera persona corresponda a la protagonista.


    Finalmente lo más interesante fue el coloquio que generó con respecto a lo que cada una le pide a un libro, sentimientos, pellizcos, emociones, coherencia, poder ser aventurera sin riesgos, vivir otros mundos, otras gentes….

Ana E.Venegas

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