Nuestro profesor, Dr. D. José Luis Plaza Chillón leerá el pregón en su pueblo, La Iruela.
De nuevo nos demuestra su enorme sensibilidad y profundidad.
Desde aquí nuestras gracias y enhorabuena a quien tanto nos ha enseñado.
Castillo de La Iruela |
Castillo de La Iruela |
PREGÓN DE LAS FERIAS Y
FIESTAS DE LA IRUELA.
DEL 27 AL 29 DE AGOSTO DE
2014
A
mis 50 años he llegado a comprender que la pérdida de tantas cosas, ahora, es
lo único que me queda; solo es nuestro lo que dejamos atrás. La vida iba en
serio, decía el poeta. La vida transcurre como aquellos instantes que perdimos
cuando la juventud nos cegaba ofreciéndonos lo ilimitado del tiempo. Me pregunto cuando redacto estas palabras que
servirán como prólogo a las ferias y fiestas de mi pueblo, La Iruela, ¿de quién
es mi pasado? ¿Por qué al nacer aquí, en este paraíso perdido de mi infancia,
supe que siempre sería testigo de mis recuerdos? Sí, los recuerdos, la memoria
imaginada de las palabras pronunciadas por los que anduvieron en estas calles,
respirando el mismo aire que ahora nos hace libres; por las huellas que dejaron
mujeres y hombres en la fría soledad de tantos inviernos a la intemperie, por
el deambular en silencio de nuestras sombras persiguiendo el ayer de un mundo
habitado solo por los sueños. Es el pasado quien construye la esencia de lo que
nunca veremos, el pasado que nos contempla en cada uno de los rincones de este
pueblo que nos hizo suyos, el pasado de las piedras moldeadas por el viento
furioso en otoños interminables. El pasado, nuestro pasado, de sonrisas y
llantos, de murmullos y cánticos, de juegos y guerras perdidas, de niños
profanando el liso gong de la nieve, de sabios y viejos que inventaban
historias de castillos, moros y templarios.
Si la felicidad borra en un momento la senda trazada por la
amargura de sabernos mortales; aquí, desde este balcón que ha ayudado a
escribir nuestra pequeña pero convulsa historia, quiero compartir con vosotros
la alegría de haber sido elegido para que oigáis estas humildes palabras que os
brindo como un paisano más de nuestra tierra. Difícil tarea la que se me ha
encargado: pregonar, publicar a viva voz un discurso para la celebración de
nuestras fiestas; un discurso que he querido poetizar y convertirlo en una
elegía del ayer. Sí, quiero hablar de vivos, de voces cantando, de danzas y
bailes, de noches interminables y amaneceres despiertos. Quiero hablar de
amigos, de jóvenes enamorados de la vida, de hijos y padres compartiendo, de
madres soñando ser niñas, de hijas que aman el misterio. Pero permitidme, por
favor, un breve pero necesario lamento: cómo no evocar a los que se fueron para
siempre, como mi padre, que hoy día 27 de agosto de 2014 estaría feliz de verme
cumplir el deber encomendado, como un buen hijo del pueblo. Cómo no hacer
presente a aquellos que, como mi sobrino Sergio, se marcharon antes de tiempo,
dejando ese vacío impenetrable, ese pulso constante de dolor. Deseo imaginar de
nuevo la ansiedad que, como a mí, les producía en la díscola niñez, la llegada
del primer día de feria, para poder correr delante de los cabezudos por las empinadas
calles de esta arcana villa, perseguidos por un miedo imaginado, a sabiendas de
que las máscaras escondían a amigos, primos y conocidos.
Soy los que ya no son. Por eso busco constantemente el
camino de retorno al lugar del que, quizá, nunca tendría que haber partido; y
perderme de nuevo por el bosque confuso de mi adolescencia, y volver a trazar
otra vez la tortuosa vereda de la mocedad. He podido contemplar la luna que me
vio nacer en los lugares más recónditos, inaccesibles y fabulosos de este
transido mundo. Esa luna nítida de las noches frías de primavera que alumbraba
nuestras correrías impúberes por la oscuridad de corralones y callejuelas, no
es la luna que vio el primer Adán, pero sí es mi luna, vigilante siempre,
espejo añorado de mi inexperiencia. Al vislumbrar los anaranjados atardeceres
en Isfahán, Harar, Bagán, Baalbek o Jhodpur, por citar algunos de los más
hermosos parajes que he visitado en mis viajes por el mundo; recordaba, desde
la lejanía, como ese mismo atardecer desaparecía de mi vista, mientras yo,
sentado sobre las ruinas almohades del castillo, oteaba el horizonte y me
dejaba llevar contemplando la inmensa y ondulada campiña que nos abraza. Esta
es mi tierra, un pequeño reino ausente de tronos y príncipes, una región
abrupta, escarpada a nuestras espaldas, quebrada entre riscos que arañan el
cielo y valles buscando un abismo placentero. Esta es nuestra tierra, una
región escondida en la niebla de la memoria, una comarca dibujada en la sonrisa
de vuestro rostro, un lugar que horada el corazón aturdido de todos aquellos
que deciden derramar sus lágrimas junto a las nuestras.
Rememoro algunos de aquellos momentos que viví en una época
no tan remota, y que ayudaron a fraguar en mí, la persona ahora soy: Aquellas
vivencias alrededor de las luminarias que calentaban nuestros ateridos cuerpos
en las gélidas noches de febrero, las interminables charlas a las que
concurríamos amigas y vecinas con la excusa de avanzar en el estudio, o
aquellos encuentros y desencuentros en los que el amor siempre jugaba malas
pasadas, o los alegres baños estivales en arroyos caudalosos, ahora sumidos en
el olvido. Tantas situaciones, tantas
experiencias, tantas embestidas a la nada para llegar al conocimiento. Hablo de
mí, y de todos los que están o han formado parte de mí; alguno de ellos me
escucha en este momento, otros están lejos de aquí, y los más, se perdieron
para siempre en el silencio. Pero a mi han convocado aquí como voceador de esta
feria, como pregonero de este patrimonio inmaterial que cada año regresa por
estas fechas para la celebración de la fiesta, y mi deber es alentaros a la
diversión, al disfrute efímero de tres días con sus tres noches de festejos.
Así pues sea dicho, ¡alegraos de estar aquí, sentíos orgullosos de perteneced a
esta tierra, sembrad conmigo el gozo de estar vivos, y complaceos de escuchar
el murmullo imperceptible de las estrellas!
¡Os deseo de todo
corazón que las fiestas os sean dichosas! Pasadlo bien y sed felices.
José Luis Plaza Chillón
La
Iruela, 4 de agosto de 2014.
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