Actividades de las socias:
Carmen Díaz García , Concejala de Cultura de Marbella y socia de AMUM, estuvo brillante y cercana en el discurso de Nombramiento de D. Mario Vargas Llosa como Hijo Adoptivo de Marbella .
MARIO VARGAS
LLOSA HIJO ADOPTIVO DE MARBELLA
Marbella, 15 de
agosto- 2014
Buenas tardes:
Vaya por delante y antes de iniciar mi misión,
permítanme comenzar haciendo una declaración de pánico.
Si D. Mario Vargas Llosa dijo sentirse algo
abrumado en el acto de entrega del Premio Miguel de Cervantes en el año 1994 “Qué
puede decir este afortunado escribidor que no haya sido ya dicho sobre
Cervantes? ¿Qué decir sobre su obra que no rechine como disco rayado?” Háganse una idea de cómo me siento yo en
estos momentos pretendiendo componer una
semblanza de un gigante de la literatura
que cuenta con los más importantes reconocimientos literarios: Premio Nobel de
Literatura, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Premio Miguel de
Cervantes, Premio Rómulo Gallegos… como una hacendosa hormiguita intentando
levantar a un gran elefante. Y pido
permiso al Sr. Vargas Llosa para agarrarme permanentemente a sus palabras.
Mario Vargas Llosa,
marqués de Vargas Llosa, ciudadano peruano y español, nació un domingo 28 de marzo de 1936. “Perú para mí
es una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis
abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y
añoranzas”. Pasa parte de su infancia en
Bolivia “Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano,
en el Colegio La Salle, en Cochabamba. Es la cosa más importante que me ha
pasado en la vida”. El resto de su infancia la vive, de vuelta a
Perú, en Piura “ La casa era grande como una novela y escribir era jugar,
como lo era también leer las historias de Gulliver, el capitán Nemo, Robin
Hood, Genoveva de Brabante…
De Piura se trasladó a
vivir a Lima “Yo tenía once años y, desde entonces, todo cambió. Perdí la
inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi
salvación fue leer….Y fue escribir… La literatura se volvió una manera de
resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo
intolerable, mi razón de vivir”.
“Metiéndome al Colegio Militar Leoncio Prado,
donde estuve interno en 1950 y 1951 – a mis catorce y quince años de edad- mi
padre dio un imprevisto impulso a mi vocación de escribidor, habiéndose
propuesto lo contrario. La soledad del internado hubiera sido irresistible sin
la lectura,… El recuerdo de Alejandro Dumas está inseparablemente unido a mis dos
años en el Colegio Militar Leoncio Prado porque, qué duda cabe, él fue, con el
Víctor Hugo de Los Miserables, el mejor amigo que allí tuve”
A los 16 años empezó a
escribir en periódicos, actividad que no ha dejado de ejercer durante toda su
vida. Estudió Letras y Derecho en la Universidad Nacional de San Marcos. En sus
años universitarios escribió sus primeros cuentos, con los que haría su primer
libro. Además de estudiar, trabajar, casarse y escribir, “leía, con voracidad y
fiebre”
En 1958 con uno de esos
cuentos, ganó un concurso cuyo premio
era pasar quince días en París; y la
beca Javier Prado, para hacer un doctorado en la Universidad Complutense de
Madrid. Esa feliz coincidencia nos trae
a Mario Vargas Llosa a Europa, para quedarse. “Nunca me he sentido un extranjero en Europa,
ni, en verdad, en ninguna parte. En todos los lugares donde he vivido, en
París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva
York o la República Dominicana, me sentí en mi casa”
Recién llegado a España, ganó
el Premio Leopoldo Alas de cuentos, con su
primer libro “los jefes”. Escribió “La ciudad y los perros. Primer encuentro
con Carlos Barral, persona esencial en su vida.
Entre 1958 y 1961 escribe “La Casa Verde” en Madrid y en París, adonde se fue al terminar los cursos
del doctorado en la Complutense. Allí vivió siete años.
“De niño soñaba con llegar
algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que
vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire,
Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor” “Fueron unos años intensos y exaltantes, en
los que empecé a sentirme hispanoamericano… y también años de trabajo
sistemático, obsesivo, a la manera flaubertiana. Flaubert, cuyas novelas leí y releí con el
fervor de un discípulo, había desplazado a Sartre como mi ídolo y modelo
intelectual. La literatura era el aire que respiraba cada día, lo que aderezaba
y justificaba la vida, mi razón de ser”
En París terminó “La casa verde” y escribió “Los cachorros”. El
compromiso pasa a un segundo plano, ante el creciente entusiasmo por la
experimentación formal que estaba en el aire literario en los años sesenta. “La
Casa Verde” está en un límite que me alegro no haber llegado a traspasar: aquel en el que la forma literaria deja de serlo y
se vuelve tema, contenido. Las grandes narraciones, las grandes historias nos
ayudan a los lectores a sobrellevar la vida verdadera. Esa otra vida no es nunca
sólo forma. Era y es seres animados, aventuras vividas, hechos, pasiones,
relaciones y peripecias extraordinarias del entramado humano”
En 1965 se casa con
Patricia Llosa “sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un
torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis
nietos que nos prolongan y alegran la existencia”
Vive luego en Londres, donde
trabaja como profesor de Literatura Hispanoamericana y en Barcelona. “De todos los años que he
vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida
Barcelona a comienzos de los años setenta”. Ya era su agente literaria Carmen
Balcells, quien después de leer La Casa Verde supo que Mario Vargas Llosa debía dedicar todo su tiempo a ser escritor.
En la década de los setenta
Mario Vargas Llosa es ya un escritor leído, reconocido y consagrado. Que no
deja de escribir un solo día de su vida; desde que era el trasunto de Zavalita
(el periodista juvenil de Conversación en
La Catedral) hasta hoy; entendiendo como Flaubert que “Escribir es una
manera de vivir”. Produce una obra
ingente de narrativa, ensayo, artículos de prensa y, también teatro. Sería largo decir los títulos de todas sus obras, seguir
su rastro por el mundo hasta hoy. Tres páginas ocupan la nómina de los títulos
de sus novelas y ensayos. Cuatro la relación de todos los premios recibidos.
La primera época de su escritura
es una búsqueda incesante de un estilo; luchó para romper los esquemas
habituales de la novela, y aunque su raíz es Faulkner, rompió los moldes y
alumbró novelas que eran ejemplo de su afán por mostrar su rebeldía literaria,
su pasión por tener una voz propia.
Cuando dominó los materiales y dejó ejemplos de sus dotes de fabulador (Pantaleón y las visitadoras, El Hablador, La
tía Julia y el escribidor. Los cuadernos de don Rigoberto), se decidió por
un asunto que sería decisivo en su bibliografía y en su manera de ser: La Fiesta del Chivo, sobre el régimen
brutal del dictador dominicano Trujillo.
Imagine, D. Mario, nuestra admiración, nuestro deslumbramiento,
nuestro infinito agradecimiento por quien nos ha regalado vidas, nos ha hecho
creer que podemos cambiar el mundo, soñándolo a través de sus ficciones;
reírnos, llorar, enfadarnos, caer en la desesperación, rebelarnos, sentirnos
héroes; reconciliarnos con la soledad y la impotencia de lo que somos, capaces
de deseos infinitos y la imposibilidad de satisfacerlos. Reconciliarnos con el
mundo a pesar de las debilidades, a pesar de lo mezquino, miserable y violento de nuestra
condición. A sentirnos dioses creando de nuevo un mundo mal hecho. Eso que
usted ha sentido y siente como lector de Melville, Hemingway, Kipling, Kafka,
Víctor Hugo, Sthendal, Faulkner, Johanot Martorell, Balzac, Flaubert, Tolstoi y
tantos otros escritores formidables.
Para nosotros en esa lista de
grandes fabuladores, encantadores de vidas cotidiana, pequeñas, y rutinarias; iluminando la soledad, el miedo, la
impotencia, la cobardía y haciéndonos
sentir capaces de ser mejores, de llenar de coraje, honestidad y bondad
nuestras vidas, de luchar contra la violencia, el fanatismo, la injusticia,
está Mario Vargas Llosa.
Gracias a usted seguimos
soñando, encontrando alivio para nuestra condición. Como usted dice mejor
“derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”
Ya con sus obras literarias,
novelas, ensayos, teatro nos sentiríamos abrumados y paralizados sin saber cómo
corresponder teniéndole cerca. Pero Mario Vargas Llosa es mucho más o es más
que un creador. Es un admirable ser humano: es un hombre cabal, con sentido
común, vítal, generoso, divertido, humilde hasta el extremo de que cuando le
comunicaron que le habían concedido el Premio Nobel de Literatura no dijo que agradecía el reconocimiento a su
trabajo y a su obra, dijo que lo consideraba un reconocimiento al idioma
español. De una cortesía exquisita. Y, encima, es un hombre guapo. Una
constatación de lo mal repartido que está el mundo…
Su vida dedicada a la literatura
no le ha impedido, sino muy al contrario, estar en el mundo; pero no desde una atalaya, sino mostrando una
valentía poco común ejerciendo de ciudadano cada día. No juzga como un ser distinto
a los otros, se implica, pelea por hacer un mundo más vivible. Hasta el extremo
de presentarse como candidato a la Presidencia del Perú en 1990. Con una generosidad
infinita, porque solo tenía cosas que perder y muy poco que ganar, salvo poner
su persona, su tiempo, sus ideas y su pasión por mejorar su país. Pero ni
entonces dejó de ser lector y escritor: en aquella campaña electoral, en la que
le ayudaron su mujer, sus hijos y cientos de amigos, Vargas Llosa leía El Polifemo de Góngora y escribía El pez en el agua. Cada día, con el
mismo bolígrafo, del mismo color granate, en cuadernos que rellenaba con su
letra picuda. Estuvo dispuesto a abandonar su vocación para dedicarse de lleno
al servicio público. Perdió en la segunda
vuelta. Ganó la literatura y ganamos sus lectores. Su altura ética es incontestable.
Y no deja de insistir en convencer
al mundo: “No debemos dejarnos intimidar
por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la
larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con
todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la
convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la
legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que
nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos –aunque nunca llegaremos a
alcanzarla- a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que
sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Defendemos
nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad”
En 1984 viene con su familia por
primera vez a Marbella, a la clínica Buchinger, visita a la que se ha mantenido fiel en estos
30 años. Y disfrutan de la ciudad; no es difícil verles en el cine-club Buñuel,
en los toros, en la presentación de algún libro. Y es tan generoso que hasta
aceptó en el año 2010 participar en la Feria del Libro de aquel verano. Aquí
tiene amigos, así que aquí también está su patria (solo los afectos y la
literatura nos salvan del horror); además de ayunar, disfruta de la amistad y de
la ciudad y, claro, escribe.
Vinieron por sugerencia de su agente
literaria y amiga Carmen Balcells, que les hablaba con entusiasmo de sus
estancias en la clínica. La experiencia
fue extraordinaria. “Nada más cruzar el umbral de la clínica, una serenidad me
embarga” y es que eso es parte del ser
de Marbella, sosiego, serenidad y belleza.
Quien sabe conocer Marbella
vuelve o se queda para siempre. Vinieron y siguen viniendo, y seguimos viniendo
de tantas partes y nos quedamos, porque esta ciudad respira algo más profundo
que una belleza de un paisaje bien hecho, de una luz transparente y brillante,
de colores y olores embriagadores.
Hoy nosotros, la ciudad entera, es la que elige a un nuevo ciudadano, al mejor, haciendo
Hijo Adoptivo de Marbella a D. Mario Vargas Llosa tenemos un faro iluminando de
sueños, ideales de libertad,
cordialidad, generosidad y cultura nuestra ciudad. Imaginamos con él a
ciudadanos paseando calmados tocando las piedras que nos hablan del pasado,
sonámbulos devorando libros, fábulas y sueños.
Ensimismados por la belleza de Sierra Blanca y el mar, por la
transparencia de la atmósfera, por los colores de las buganvillas y el olor de
los jazmines. Cruzándonos con luchadores
de mansedumbre por construir una ciudad mejor.
El día que la prensa publicó el discurso
del Premio Nobel “Elogio de la lectura y la ficción” yo elegí el lugar para
leerlo por primera vez, me fui a la playa del Ancón. Lo leí despacio y deprisa,
con ansía y no deseando que acabara,
llorando emocionada como tantos millones de personas en el mundo. El nombre de
Mario Vargas Llosa me evoca desde entonces dos imágenes, el mar Mediterráneo y
la Torre almenara del Ancón. Así que Vargas Llosa en mi memoria está siempre en Marbella.
Y Marbella es hoy más. Con el mejor
ciudadano posible, nos llena de honor y responsabilidad estar cada uno de
nosotros a la altura de este gran hombre y
gran creador, D. Mario Vargas Llosa.
Ahora mismo, en su honor, una manada
de hipopótamos recorren mansamente las calles de Marbella.
Carmen Díaz García
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