miércoles, 17 de junio de 2015

Whale rider (Jinete de Ballena)





Whale Rider (Jinete de Ballena)

El pasado lunes 15 tuvimos una nueva sesión de cine. En esta oportunidad nos fuimos a Nueva Zelanda, con Whale Rider (Jinete de Ballena), película de 2002 escrita y dirigida por Niki Caro, basada en la novela del escritor maorí Witi Ihimaera, ganadora de los premios del público en los festivales de Toronto y de Montreal. Su maravillosa protagonista, la niña Keisha Castle-Hughes fue nominada al premio Oscar como mejor actriz protagonista.
Al igual que en otras películas sobre los maoríes y por maoríes (por ejemplo en la rompedora y comprometida  Somos guerreros, de Lee Tamahori) en Whale Rider se muestra  la preocupación por la identidad y tradiciones del pueblo maorí,  pero Niki Caro, que no es maorí, se diferencia de otros cineastas en que lo hace en clave de relato emotivo y espiritual, enraizado en una lógica mítica y mística que quiere rescatar. 

Whale Rider  es la historia de una niña que lucha por cumplir con su destino.
La película nos lleva a la leyenda de Paikea, el ancestro que había llegado desde Hawaiki a Whangara, un pueblo en la costa noreste de la isla Norte de Nueva Zelanda  a lomos de una ballena, luego de haber naufragado su canoa en medio del mar. Según esa leyenda alguien algún día debía cabalgar la ballena nuevamente y tan valientemente  como su antepasado, para guiar a su pueblo. Ese metafórico jinete de ballena, el jefe de la comunidad,  deberá  ser siempre el primer hijo varón del jefe de la comunidad y será educado y formado para convertirse en el nuevo jefe.
Pero la realidad no se da como lo piden  la leyenda y la tradición. En la película Koro es el descendiente masculino directo de Paikea,  es el más viejo de su generación, una especie de líder político y espiritual.  Koro tiene un hijo mayor (Porourangi)  que no está interesado en cumplir con el rol que se le asigna, sino que por el contrario quiere irse a Europa y continuar con su pasión por el arte. Su esposa da a luz a mellizos, un niño y una niña, pero la madre y el niño mueren en el parto, quedando solamente la niña, a la que el padre  llama Paikea o Pai. Allí surge el conflicto: la tradición no permite que una niña sea la jefa de la comunidad.
Esa niña, Pai, se cría con sus abuelos. El abuelo Koro (orgulloso, tozudo, rígido) que la ama es un ser profundamente amargado y aferrado a las tradiciones, que para mantenerlas busca en otros niños al posible líder, tratando de enseñarles los rituales de la comunidad. 
La niña desea unirse a los varones con firmeza y determinación, en una búsqueda por la igualdad y al mismo tiempo entendiendo el apego de su abuelo a los valores patriarcales, pero sin renunciar ella a su íntima convicción de que puede ser la nueva líder de la comunidad.  Para ello debe luchar para encontrar su sitio en un mundo en que la tradición entra en contacto con la modernidad.
Whale Rider es una película universal  que puede conectar con cualquier cultura, cercana o lejana, que nos hace e hizo reflexionar sobre lo antiguo versus lo nuevo, los niños que desafían las tradiciones de los padres, el hijo que no cumple con las expectativas del padre, sobre una cultura en transición y la confusión que sale de ello, sobre el empoderamiento femenino y el liderazgo. Sobre todos estos aspectos hablamos a l finalizar la proyección, como así también sobre el mundo en el que vive esta comunidad,  su pobreza, no solo espiritual o cultural, sino también económica, sobre el legado del colonialismo sobre las culturas indígenas. Y muy especialmente sobre  la presencia y la fuerza  del amor y la compasión en todos o casi todos los personajes.

A modo de conclusión podríamos decir  que el cambio es a veces un componente necesario para que las antiguas tradiciones culturales  subsistan, tan necesario como los son las ceremonias que se repiten una y otra vez.  Y que los maoríes deben cabalgar esa ballena tan valientemente como su ancestro lo hizo desde Hawaiiki a Nueva Zelanda. No para destruir o denigrar su propia cultura, sino para asegurar, reforzar su vitalidad y continuidad en la matriz cultural del mundo moderno.
Una película que gustó mucho a todas las asistentes, socias y amigas, a quienes una vez más agradecemos el apoyo constante a nuestro cine fórum. Y por supuesto gracias mil a nuestra generosa anfitriona Eloísa Sánchez-Amillategui.





Redactado por Cristina Malena




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