
El hecho de que la
narración estuviera escrita desde cuatro puntos de vista, admiró a todas en
especial a las que están en procesos creativos literarios. Quizás alguna socia
notó que era más interesante la forma que el contenido. Hubo un sabor agridulce
pues algunas creyeron que era genial la forma en que se presentaba a los personajes
y de los que nunca sabíamos lo suficiente, lo que el lector demanda, como
muestra de ese espacio temporal y físico, neutro que no se extiende ni se
explica; por otra parte algunas compañeras hubieran agradecido un poco de más
claridad con las historias personales de todos los componentes de la historia
que queda en suspenso, pensamos que intencionalmente.
Todo el mundo
coincidió en la maravillosa cartografía de Paris a través de las descripciones
de las caminatas de protagonista Louki y los demás narradores. La ciudad es sin
duda un personaje importante en la narración. Nos recordó las obras de Fernando
Pessoa sobre Lisboa o las de James Joyce en Dublín.
El vagabundeo de
Louki, sus huídas, su actitud lánguida y callada en el café de Le Condé la
describen como un ser torturado, insatisfecho, que persigue una razón que no
encuentra más que bajo los efectos de los narcóticos, su historia es
existencialista y su final, esperado.
En fin que nos
congratulamos por nuestra elección de lectura que dio para una muy buena
tertulia, que nos valió para analizar la existencia, la predestinación, los
ambientes neutros donde cabe cualquiera y que marcan una etapa a la que sólo se
puede retornar a través de la memoria. También apreciamos la original
estructura contada en primera persona pero a través de diferentes narradores,
conformando un tiempo-un espacio en el que se compartía la necesidad de
presencia.
Ana E.Venegas
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