martes, 20 de febrero de 2018

Tertulia de Febrero: “El Olvido que Seremos” de Héctor Abad Faciolince, análisis AMUM


Resultado de imagen de el olvido que seremos    Héctor Abad Faciolince escribió en 2003 una obra homenaje a su padre, un canto a la relación especial que mantuvo con su progenitor, un hombre bueno, comprometido socialmente, tolerante en lo personal y muy incómodo con los poderes intransigentes de izquierdas y derechas, un médico que luchó por la salud de los colombianos de manera preventiva y que encontró la muerte a manos de dos sicarios paramilitares.

    La Asociación de Mujeres Universitarias de Marbella se reunió en esta ocasión para discutir sobre la obra con tintes biográficos de Héctor Abad hijo, una redacción rica, llena de emociones que te atrapa por más que se conozca el final desde antes de comprar el libro.

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    Todas las asistentes coincidimos en la importancia de esta novelación de la realidad que supone una delicia para los sentidos entre otros motivos por su estructura, la narración cronológica de la vida del hijo en relación con los momentos en los que el padre era hito protagonista, complementada con historias de personajes, en especial de su padre, madre y hermanas, de la propia sociedad donde se desenvuelven, de las costumbres y del ecosistema. Una maquinaria que nos envuelve y nos lleva a la empatía con la familia de Héctor porque como decía Ortega y Gasset y recordó una socia “yo soy yo y mi circunstancia” y sólo se puede comprender a un ser humano si conocemos sus experiencias, como también decía Pérez Galdós.

    La narración de la vida, de los momentos más humanos, de los errores, las grandezas del padre y del hijo, los dolores y luchas del narrador, nos hizo apreciar una escritura honrada, sincera, natural, llena de grandeza humana, de miserias y verdad, su propia verdad.

Resultado de imagen de el olvido que seremos    Héctor padre era un médico al que su hijo nos trae lleno de virtudes profesionales, personales y como padre. Era un convencido luchador de la medicina preventiva, de las infraestructuras de saneamiento para evitar las enfermedades. A la par, era un hombre comprometido que exigía a los poderes públicos que invirtieran en estas infraestructuras. Discutimos mucho durante la tertulia sobre su posicionamiento político, y concluimos que lo más destacado era su valentía y el sentido del deber, “su responsabilidad” con su pueblo, de manera que acabó teniendo enemigos en la derecha y en la izquierda, por más que evidentemente, él era un señor de tendencias marxistas, ellos le llamaban socialistas, y liberal en cuanto a la libertad individual.

    Como médico, había optado por lo que salva más vidas, según él mismo, la prevención. Pero, como una socia apuntó, quizás fuese una salida al horror que le causó ser responsable de una muerte durante sus años de aprendizaje.

    Como persona era generoso, ayudaba a todo el que podía, siempre estaba dando dinero a los estudiantes, el sentido de la propiedad no lo tenía bien definido, a su hijo le permitía tocar y coger de su cartera. Claro, que como una tertuliana apuntó, cuando se pertenece a una familia pudiente y te casas con alguien con más “posibles” incluso, si es tu esposa la que se encarga de la economía familiar, pues es más sencillo ser tan dadivoso. Pero, esto no deja de engrandecer la figura, podría haberse dedicado a los placeres más mundanos o a la avaricia más desatada.

Resultado de imagen de el olvido que seremos    Como hemos dicho, Héctor-padre fue un hombre comprometido, perdió la vida por su implicación en la política, por su pelea social (era llamado “El Apóstol de los Derechos Humanos”), por su exposición pública y la incomodidad que producía a los dirigentes, miedosos de que estuviese alentando la revolución, “No la hagas y no la temas” reza el refranero español. Las Mujeres Universitarias valoramos positivamente este hecho y la huella que este testimonio de vida deja en su familia, en especial en su hijo, el autor, al que alguna socia percibió como dolido, con cierta ira, por más que dejó pasar casi dieciséis años antes de acometer la obra. La contrapartida es interpelarse si alguien es más valioso por defender sus ideales o por callar y defender o no poner en peligro a su familia. Como ves, el bien y el mal no viven en extremos opuestos.

    Nos ha gustado sobremanera todos los episodios donde podíamos distinguir la educación poco habitual que Héctor-padre daba a su hijo, la posibilidad de dormir con él, de mostrar los afectos de manera física, de respetar sus momentos de aversión a asistir a la guardería, el año sabático que le permitió en Nueva York, la visión de aprendizaje que tenía de los supuestos fracasos, la tolerancia ante la sexualidad. Este padre creía en la educación a través de emociones de felicidad, nunca obligaba a su hijo a comer lo que no le gustase, ni a asistir a donde no quisiese, incluso, cuando ya fue mayor y empezó varias carreras, teniendo ya una hija, viviendo de sus padres, Héctor, ya abuelo, buscaba el lado bueno y quitaba tensión diciendo que cuanto más avanzado es un ser vivo más tarda en madurar. Una socia habló de la Educación Libertaria como movimiento innovador de mitad del siglo XX, en especial de Paulo Freire, que había nacido el mismo año que Héctor padre y que fue autor de “La Educación como práctica de la Libertad”, una teoría que puso en marcha y lo hizo un educador conocido internacionalmente, por sus métodos en los que atendía a las necesidades individuales de los alumnos y optaba por una formación integral permitiendo la libertad de la persona. ¿Fue Héctor-padre un hombre arriesgado que experimentó una educación de manga ancha con su hijo o creía firmemente en la Educación Libertaria? En realidad, una tertuliana atisbó que el padre estaba alerta de la curiosidad intelectual de su hijo, que era mucha y la alimentaba con lecturas y con música (Mahler, Verdi, Motzar…), parece que sí tenía un método educativo en el que creía.

Resultado de imagen de el olvido que seremos    Hubo un tema sobre el que se desató cierta discusión, tiene que ver con lo que una socia llamó obsesiones del escritor, la Religión Católica y España. Héctor-padre entraña la visión racionalista, el hombre ilustrado que se decanta por las prácticas y lecturas más liberales, de esta forma trasmite a su hijo el amor por la filosofía, de la que existe un buen trasfondo en la obra, la literatura de todos los tiempos, mucha española, como abanico de posibilidades de aprendizaje vicario y dirección hacia la belleza que también encontramos en su gusto por la música. En su entorno, el escritor, lo que encuentra es otro tipo de visión de la vida, colegios religiosos, misas y rosarios diarios, pensamiento mítico, control social basados en el castigo divino y la resignación. Nos preguntamos por qué el padre deja que su hijo tenga esa influencia si no cree en ella ni la lleva a la práctica. Una socia aportó su experiencia familiar y comentó que su padre, ateo, la había mandado a un colegio religioso para aprendiese un código ético y para que tuviera la posibilidad de elegir. Otras asistentes lo vieron como una incoherencia, pero, ¿cuántos políticos tenemos en nuestro país que se les llena la boca de Educación Pública” y tienen a  los hijos en un colegio privado, algunos del Opus Dei, como fue el caso de Héctor hijo?, no hay nadie perfecto. Lo que sí es cierto es que el escritor llena páginas de ritos y costumbres católicas de las que no tiene muy buena opinión.

Resultado de imagen de el olvido que seremos    En cuanto a la obsesión por España, también son numerosos los episodios en los que se alude a ella, como  las hechas sobre Millán Astray y su grito “Muera la Inteligencia” y a otros ritos religiosos “traídos” desde España, hubo quien lo justificó como que en Colombia se vivía con interés lo que ocurría en España, otras sintieron cierta manía en culpar a a nuestro país de todo. Por otro lado, ya hemos comentado la admiración del autor por la literatura española y las numerosas ocasiones en que se refiere a nuestros maestros.

    Durante la tertulia hablamos con pesadumbre de la violencia en Latinoamérica, la corrupción que relacionaba los grupos paramilitares con las fuerzas del orden colombianas, la forma de señalar objetivos desde el poder político y la corrupción o dejación de funciones del Tercer Poder, el Judicial. En el caso de esta obra, Héctor hijo, asegura que dentro de la ropa de su padre había una bala que evidentemente no fue tenida en cuenta por la Justicia. A este estado de cosas hay que añadir la imbricación de los narcos en todos los estamentos sociales, con lo que la posibilidad de desarrollar democracias sanas es muy difícil. La obra nos pareció un terrible retrato de la sociedad colombiana.

    Varias socias pusieron la nota sobre la madre del escritor, una mujer que amaba y admiraba a su marido, que tomó las riendas de la economía familiar y de la organización de la familia para promover que su marido se desarrollara como un idealista. Fueron una pareja complementaria con muchas diferencias, sobre todo religiosas, que sobrellevaron con respeto y tolerancia. Doña Cecilia creó una compañía de administraciones de fincas en Medellín, fue un sustento importante para su familia, con más de ochenta años aún acudía cada día al trabajo. Fue una mujer religiosa pero que no se quedó en casa, tenía su particular visión del catolicismo y se acercaba más a las enseñanzas de Cristo que a las imposiciones de la Iglesia, por más que se hubiese criado en una, era la sobrina, hija adoptiva del obispo. Otra aparente contradicción en la persona de Héctor Abad que mucho predicar y poco dar trigo, otra vez el refranero, mucha atención a las clases bajas pero él se casa con una mujer acomodada y sus hijas con los más influyente de la ciudad.

    Hubo temas que creímos muy importantes en la obra, por supuesto la muerte, en el padre y en la hermana, que vivieron con mucho dolor, el amor, el amor educa más que la represión, cómo tomar la vida sin dramas y naturalidad, la igualdad, que no existe ni en el nacimiento pues las madres ya se han alimentado y cuidado en la medida de sus recursos, las relaciones padre-hijo en la Literatura, como en Jorge Manrique o en Kafka, la felicidad, que no nos coja distraídos, la libertad, como valor sobre todos.

    Finalmente, he creído conveniente prestar atención al soneto que Héctor Abad Gómez llevaba en el bolsillo cuando fue asesinado, “Ya somos el olvido que seremos” que da título al libro y que Abad Faciolince adjudica a Borges. Este, es un tema controvertido sobre el que el autor escribe en:

       http://www.letraslibres.com/mexico-espana/un-poema-en-el-bolsillo
  
   


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