La voz común en esta tertulia giró en torno
a las sensaciones, la emotividad que la obra promueve en los lectores. Un buen
número de socias hablaron de la ternura que suscita la narración de las
vivencias de un niño pequeño y travieso en un ambiente crispado por la pobreza
y el desempleo paterno, un momento y un lugar en el que a los niños se les
socializaba a base de palizas, como se ha hecho y se sigue haciendo con los
animales, a palos. Muchas quedamos impresionadas por la dureza de los hechos.
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Pero, no por que tuviésemos una opinión
común la reunión fue menos interesante, ya que cada socia aportó ideas
paralelas, reminiscencias de otras obras, reflexiones, de gran interés.
En primer lugar, debatimos largo y tendido
sobre las palizas a las que el protagonista es sometido. Educar por medio de
pegar a los niños es corregir por medio del castigo, refuerzos negativos con
los que se pretende que vayan por el camino que se les marque. No es lo mismo
que la violencia gratuita y con saña. Claro, que no deja de enseñar a los más
jóvenes que hay cuestiones que se arreglan a golpes y además abre la puerta al
desahogo de frustraciones en el cuerpo de un ser indefenso. En esta historia
vemos cómo un padre explota y le da una paliza tremenda al chiquillo, todo por
un sentimiento de inferioridad por encontrarse en paro y no poder cuidar de la
familia, en el más machista sentido del término, el de hacerse cargo de las
necesidades pecuniarias, se vuelve suspicaz y cree que su hijo le falta el
respeto, porque ha perdido la posición de “hombre”. Pero vemos otras palizas relacionadas
con las travesuras y que no tienen que ver con el desahogo de frustraciones
tanto como con el sistema conocido para educar que a nosotros nos parece tan
terrible y anacrónico. Tuvimos un momento muy emotivo ante la aportación de una
socia que recordó a una compañera de colegio a la que apalizaban de pequeña, es
tremendo, el niño es el ser más indefenso de la cadena de la miseria.
También, debatimos sobre el motivo por el
que Zezé es tan travieso y es que consigue crear un río de pis en un cine,
quemar las posaderas de su tío Edmundo, hacer una serpiente con una media para
asustar a los vecinos e incluso juntar con grasa el suelo para que la gente se
caiga. Algunas socias hablaron sobre la necesidad de hacerse un lugar en el
mundo, las hazañas son un modo de llamar la atención en un lugar donde los
padres están tan extenuados por la pobreza, los trabajos, la poca inteligencia
emocional para resolver problemas que no son conscientes de la necesidad de
atención que requiere un niño tan especial y sensible como este, los mayores
están metidos en sus problemas y obligaciones.
Los personajes de la obra están muy bien
ejecutados, hay algunos en particular que le dan el sitio que el chaval
necesita, creen en él, lo estimulan a aprender y a desarrollarse, es el
contrapunto de esperanza, por el que el lector alivia la angustia y comprende
que este chico saldrá adelante. La maestra deposita su confianza en él, lo hace
sentir un niño especial y no recibe ningún problema a cambio, buenas notas y
actitudes entrañables. En este caso podemos encontrar un ejemplo de “Profecía Autocumplida”
que se estudia en Pedagogía, si te tratan como un “traste” sin remedio, no
tienes más remedio que cumplir las expectativas, sin embargo, si se confía en
las cualidades y capacidades se motiva, se alienta, la persona es normal que
responda en positivo, porque todo el mundo quiere que lo amen. Muchas de las
socias somos profesoras o educadoras y señalamos la importancia de encontrar en
la vida escolar un profesor que te aliente, que crea que eres especial, que te
abra la puerta de la literatura, de las artes, de las ciencias y se convierta
en alguien importante en tu vida para siempre, aunque sea en el recuerdo.
Alguien comentó que Zezé cuida tan bien a
su hermanito Luís, al que llama El Rey Luís porque transfiere su necesidad de
tener afecto y ser importante para los demás. Porque este niño es de una gran
bondad, no está reñido con lo anterior, roba flores para llevárselas a la maestra
que es fea y nadie se las regala, también reparte la galleta que le da su
profesora con una negrita que es más pobre que él, por ser pobre y ser negra, y
ahí sale una de las frases magistrales de La Madre, “hay que repartir la
pobreza”. Percibimos que Vasconcelos, en esta obra de gran ramalazo biográfico
homenajea a su madre, una pobre mujer cargada de hijos, sin tiempo para querer,
pero que ama a sus niños y lo demuestra trabajando extra para comprarle a Zezé
su trajecito de poeta.

La tertulia fue muy dinámica y las
intervenciones tuvieron gran interés, hubo socias que vieron en la historia remembranzas
de la Picaresca Española, de Oliver Twist e incluso de la precocidad y ternura
del Principito. Comprendimos la lectura de esta obra en los colegios latinoamericanos
ya que se perciben varios niveles que pueden ser material pedagógico a
distintas edades y una buenísima lectura para adultos en toda su profundidad.
Cuando hablamos sobre los personajes
descubrimos verdaderas joyas, seres muy importantes en la vida de Zezé, de
algunos hemos hablado ya, un cantante de tangos con el que se va a vender las
letras de las canciones, una hermana que lo protege, otra que le pega y que
trabaja desde pequeña para ayudar a la familia, el tío Edmundo que lo inicia en
la lectura y alienta su curiosidad intelectual, el dueño de la tienda que está
harto de fiarle, su hermano mayor que con sólo nueve años es un estandarte a
seguir, su madre que es una máquina de trabajar y soportar, “Portuga” que asume
el rol de abuelo y un padre amargado que ha perdido su sitio y su autoestima
que descarga su ira contra Zezé y al que el niño “ mata en su corazón”. No son
malos, ni buenos, ni todo el tiempo, tienen claroscuros, han aprendido a vivir
así, pero vivir así también supone que cuando alguien de la tribu se enferma
todos se unen para cuidarlo, o que los niños trabajan y hacen del trabajo un
juego, que los padres son figuras de autoridad y que los hermanos son
responsables unos de otros. Sin embargo, este niño es especial, tan
inteligente, precoz y sensible que llega a conclusiones tremendamente dolorosas
como “mejor si no hubiera nacido” o la idea del suicidio para no seguir siendo
una carga para la familia.
La obra del mestizo Vasconcelos es una joya,
entrañable, lleno de ternura, realista, veraz, triste y dulce al estilo
brasilero, muy bien escrito, magníficamente estructurado, sensible pero no
sensiblero, con cierta cadencia de la tierra y un hilo de suspense que te
arrastra hacia el final de la historia. Una socia comentó que la idea de ser
diferente, indígena por parte de madre y de que optara por defenderlo con
orgullo es más bien una aportación del Vasconcelos adulto, pues no pensamos que
ese niño fuese consciente de ello y menos que tuviese la madurez para tomarlo
como bandera. También creemos que la traducción de “gerente” en el oficio del
padre debió ser capataz o algo por el estilo. Esto último, por comentar algo que disienta del magnífico sabor
que nos ha cejado la pequeña novela.
“Mi planta de Naranja Lima” ha sido llevado
al cine en dos ocasiones, aquí pueden ver las películas:
Película de 1970
Película de 2012
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