Este mes, las Mujeres Universitarias de
Marbella hemos tratado en tertulia el libro autobiográfico de Richard Ford
titulado “Mi Madre”. Un buen grupo de socias nos dimos cita en uno de los
salones del Marbella Club y resultó una discusión lleno de matices e incluso
opiniones aparentemente contrarias aunque en mi opinión eran complementarias.
La mayoría hemos visto un homenaje a todas
las madres porque cuando se lee, en general, uno o una se siente identificada
con muchos aspectos de la propia historia personal produciendo no poca emoción.
En lo que no cabe discusión es en que no se
puede decir más en menos páginas, ya que el libro no llega a las 80. Una densa biografía
de la experiencia que Ford tuvo de su madre, llena de reflexiones y sentimientos
que podrían ser los de cualquier hijo. Muchas biografías están realizadas con
investigaciones, con aportaciones de diferentes testigos, pero esta es una sola
cara del poliedro de una persona, la cara que tiene que ver con lo que
concierne a su hijo, la visión de él. Es por eso que hemos encontrado
incoherencias, las que tienen que ver con la visión particular del hijo cargado
de emociones y está llena de huecos de la vida, la personalidad y las
experiencias de Edna Akin, a la que llama por su nombre de soltera para
indicarnos que ella es más que lo que cuenta él, su relación materno-filial, lo
mismo hace cuando habla de que alguien le dice que su madre es guapa, o sea, una
mujer, una hembra, aparte de una madre.
Ford intenta comprender o justificar los
errores en su convivencia familiar, el no respeto a la individualidad, a las etapas evolutivas del hijo, al asidero
que supone en cierto momento cuando lo estruja al enviudar. Esos errores los
comprendemos al conocer la historia familiar de ella, con un padre ausente y
una madre que por motivos egoístas la presenta como su hermana.
Aunque la historia comienza en un lugar que
nunca supo a ciencia cierta, al igual que el Quijote, un sitio que no tiene
importancia, es propia de la narrativa norteamericana, propia de Faulkner o Fitzgerald
como apuntó alguna socia con la intención de hacer resaltar la sencillez y
profundidad frente a la complicación para conseguir cierta enjundia. Esta obra
describe a la sociedad americana de dos generaciones, por cómo se comportan y las
adversidades por las que han tenido que pasar, como la Gran Depresión que dejó
huella en todo la nación.
Estuvimos un buen rato comentando la frase “Los
padres nos conectan con algo que nosotros no somos pero ellos sí”, me recuerda
un verso de Mark Strand: “En el campo soy la ausencia de campo…”, formamos un
conjunto del que el hijo es como el Condado de Treviño, implantado.
Un momento clave en la relación es cuando
el hijo no alienta a la madre a trasladarse a su casa, puede ser como medida
ilusoria de aplazar los momentos trágicos de la muerte, sin embargo ella muere
de todos modos y a él le queda la mala conciencia de no habérsela llevado. Aquí
también discutimos, pues el hecho se puede considerar como el de un hijo
desnaturalizado.

También se comentó sobre la obra de Marie
Cardinal “Las Palabras para Decirlo” que ayudaría mucho para poder contar
historias de padres-madres e hijos.
Puede parecer, y se lo pareció a alguna
socia, que este es un libro apresurado, por su longitud y por la aparente
sencillez del contenido pero lo que cuenta y las palabras que usa para contarlo
están muy pensadas, el primer párrafo le costó al autor tres meses. Lo que
algunas hemos apreciado es una especie de sutileza, un hilo suave, sin sobresaltos,
una delicia, dijo alguien, sincera, una relación en lo que da la vida, ochenta
páginas porque no hace falta estar mareando la perdiz y hacer libros de seiscientas
si no hay contenido. Es una obra difusa, incoherente porque no es obra de un
psicoanalista o un biógrafo, es obra de un hijo. El próximo 5 de Septiembre nos volveremos a
reunir para hablar de “Hombres sin Mujeres” de Haruki Murakami , esperamos que
con tanta emoción como en esta ocasión.
Como siempre excelente,Ana. Muchas gracias.
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