En este sentido, tenemos que agradecer al
autor que apartara “Crimen y Castigo” y no hiciera un trabajo somero, como ha
resultado “El Jugador”, porque, como apuntó otra compañera, nos hubiéramos
perdido las oquedades psicológicas de Raskólnikov, uno de los personajes más
inquietantes de la historia de la literatura. Y conociendo la obra del autor,
una socia se planteó si el autor no habría hecho a propósito esta obra llena de
incoherencias, que da impresión de sainete, para dar un “zas en toda la boca” o
un “bazinga” al editor.
Pero Dostoievski es Dostoievski, un genio y
como se comentó, a ver quién lo hubiera
hecho mejor en ese escaso espacio de tiempo. Así que la obra también tiene
bondades que conseguimos disfrutar. Por supuesto, un vocabulario exquisito,
sencillo a la par que certero, aunque enturbiado por una pésima traducción, pero
que alcanza su punto álgido en las descripciones relacionadas con el juego, en
las acciones y sentimientos irracionales propias de la adrenalina que produce.
También apreciamos una fotografía europea y en particular de la original
sociedad rusa, plena de desigualdades sociales, personajes improductivos,
vividores, gente superficial que mantiene a los trabajadores como humanos de
tercera categoría.
La obra nos ofrece un catálogo de
personajes estereotipados que contiene a los nobles arruinados, a las tías o
abuelas ricas caprichosas y de carácter indomable a la que todos desean su
muerte para heredar, la femme fatale que sólo quiere el dinero y la seguridad
que proporcionan los hombres, las hijas de los nobles que sirven como moneda de
cambio social o económico, el trepa que no se conforma con su situación, el
ludópata que acaba perdiendo el alma… Las socias coincidieron que estos
personajes parecen pinceladas de un esquema, esqueleto de una obra literaria
mucho más ambiciosa que tuvo que quedar en folletín mensual. Además, estos
caracteres resultaron con pocos matices por ser blanco o negros, sin esas
medias tintas que realmente tiene el ser humano, algo difuso, desdibujado, como
una caricatura.
La cosificación de la mujer llegó a la
conversación a través del personaje de Polina, de la que no importaban sus
sentimientos sino la riqueza que podía aportar a su familia como objeto de
contrato marital o su perspectiva.
El protagonista fue considerado como un
pusilánime por más de una contertulia, alguien a quien le da lo mismo todo y no
se revela. Pero también hubo quien vio en Alekséi a una víctima de la sociedad
de clases, un ser con conocimientos suficientes para desear ser considerado un
igual y que sufre que no ocurra. Este personaje trágico realiza a través de las
páginas del “Jugador” un viaje desde la adicción afectiva, la necesidad de ser
querido y valorado, a otra adicción que anula toda su personalidad y anhelos,
la ludopatía.
En fin, es una obra que hay que leer,
esboza con claridad la sociedad rusa que llevó a la Revolución y la enfermedad
anulante que suponen las adicciones. Si lo pensamos, es una de las mejores
obras literarias escritas en menos de un mes.
Texto: Ana E.Venegas
Fotografía: Garbiñe Larrazábal
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