NUESTRAS BECARIAS
De las pocas becarias que ha escogido una carrera STEM y ha triunfado en ella: está en su doctorado sumida en la investigación que le fascina. ¡Seguro que llegará muy lejos rodeada de plantas y perritos!
Mi nombre es Paula Iglesias Matesanz y fui becaria de AMUM en 2018, justo antes de comenzar mis estudios en el grado de Biología.
Desde la infancia, siempre he sentido un profundo amor e interés por los animales. Me encantaba montar a caballo y estaba obsesionada con los perros. Al crecer, este interés evolucionó hacia una curiosidad general por la vida desde una perspectiva más elemental. En los últimos años de instituto, ya tenía claro que quería ser científica y comprender las bases de la vida.
Por ello, me matriculé en el grado en Biología en la Universidad de Málaga. Fueron años muy felices y llenos de diversión. Por supuesto, hubo días en los que continuar se hacía cuesta arriba, pero todo lo que aprendía me parecía maravilloso. Durante la carrera, aprendí a pensar como una verdadera científica y tuve el placer de maravillarme al descubrir todas esas cosas que suceden frente a nuestros ojos sin que nos demos cuenta. Con cada curso, confirmaba que había tomado la decisión correcta y que la biología era mi pasión.
Aunque la botánica y la zoología me fascinan, la biología molecular, y en particular el estudio de las bases moleculares del cáncer, siempre despertó un gran interés en mí. Por esta razón, tras graduarme en Biología por la UMA en 2022, me mudé a Madrid para estudiar un máster en Biomedicina Molecular en la Universidad Autónoma, donde profundicé en aspectos que no había podido explorar en la carrera y amplié mis horizontes. Realicé mi trabajo de fin de máster en el Hospital Jiménez Díaz, estudiando el cáncer de páncreas. Gracias a esta experiencia, adquirí habilidades de laboratorio y descubrí cómo es el día a día en la investigación. Una vez terminado el máster, decidí continuar en el camino de la investigación y seguir formándome académicamente. Poco después, comencé mi doctorado en el Hospital Doce de Octubre, en el grupo de investigación sobre cáncer de próstata.
Actualmente, me encuentro en el inicio de mi segundo año de doctorado. No es un camino fácil; hay altibajos y frustraciones inevitables en la ciencia. Sin embargo, esos momentos en los que un experimento sale bien después de numerosos intentos, cuando encuentras la solución a un problema que parecía irresoluble o cuando discutes con tus compañeros sobre la mejor manera de abordar un experimento y terminas divagando sobre las infinitas posibilidades...
esos momentos son los que te recuerdan por qué empezaste y te ayudan a encontrar la motivación para seguir esforzándote.
Sin ciencia no hay progreso, y aunque la investigación no es uno de los focos más importantes en nuestra sociedad actual, siento la responsabilidad de reivindicar su valor. Gracias a la investigación construimos el conocimiento que sostiene a la humanidad. En palabras del químico y microbiólogo Louis Pasteur:
«La ciencia no sabe de países, porque el conocimiento le pertenece a la humanidad y es la antorcha que ilumina al mundo. La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de todo progreso».
Cualquier problema tiene solución, cualquier suceso es digno de estudio y de todo se puede aprender. A quienquiera que esté leyendo esto, le diría que intente aquello que desea, siempre a su manera, porque creo firmemente que siempre hay una forma de conseguir aquello que te propones.