En esta sociedad dictatorial, teocrática,
androcentrista y patriarcal que ha novelado la Atwood, hemos descubierto que la
mujer es una vez más, como muchas otras en la vida real, “en función de”, las
esposas en función de su marido, criadas (de crear) en función de su
maternidad, sirvientas-Marthas en función de su trabajo en la casa y las
tías-monitoras en función de su trabajo como socializadoras de sumisas. Las
otras mujeres, las que no se someten, las que no se vacían de inquietudes y
deseos personales, esas, son “no mujeres”, carroña. Este punto nos hace
reflexionar sobre la explotación del ser humano, y la certidumbre de que la
sociedad patriarcal está estructurada para mantener el status quo, pero es
tremendamente injusta con la mujer, un ser humano al que se le exige y se le
educa para que se sacrifique, que cuide de los demás, los haga felices, les
sirva y finalmente sientan el vacío de la marcha de los hijos, la independencia
de los hombre y la vejez sin compasión. Por más que la mujer crea vida, da vida
y es el centro de esta novela, no tiene poder, sólo obligaciones y
responsabilidades.


La obra, que nos ha abducido a la par que
nos ha martirizado, nos ha llevado sin descanso por un calvario de ofensas,
humillaciones, lo peor de lo peor que se pueda aguantar para dejar de ser un
ser individual. ¿Por qué no hemos dejado el libro si nos dolía? Una socia lo ha
reflexionado y ha concluido que el ser humano siempre mantiene la esperanza, la
esperanza en que se rebelen, en que se organicen, en que les ayuden desde
fuera, en que se descubra que el sistema nuevo, el que busca un comportamiento
pegado a las Escrituras de esta Teocracia reconozca qe está corrompido, que
sólo sirve para controlar a las masas pero que las élites pervierten los
mandatos y se dan a los placeres de manera subterránea.
Pero ¿por qué surge un sistema autocrático,
reductor de la individualidad y las libertades de una sociedad como la
estadounidense? Es que nuestra sociedad, la actual, la que finalmente es
aniquilada en el libro, no es perfecta, está acabando con los recursos naturales,
es verdad que nuestros mares están llenos de metales pesados, que hay cada vez
más esterilidad, unos creen que de tanto tomar medicamentos para el control de
la natalidad, otros que por la contaminación, otros porque estamos muy ocupados
y en realidad ni hay tantos actos reproductivos ni se realizan con intención de
reproducirse. Nuestra sociedad es imperfecta, mantiene clases y las clases
bajas viven en condiciones tremendas en comparación con los dispendios que
hacen las grandes fortunas, además muchas de estas fortunas se consiguen de
manera poco ética, así que la población está crispada, dispuesta, nada en un
caldo de cultivo apropiado para poner sus esperanzas en cualquier iluminado que
nos ofrezca un cambio, aunque, luego, vemos lo que hacen muchos populistas
cuando llegar al poder, vuelven a crear clases, a someter a otros ciudadanos y
a corromperse, lo hemos visto con la Revolución Rusa, el régimen chino o la
propia Venezuela. Además, como el nivel cultural y el acceso a la información
es también propiedad de las clases medias, tenemos una población con
posibilidades de organización, capacidad para distinguir los manejos de los
poderosos y para reaccionar por ello.
Nos ha llamado la atención que en esta organización
social, pierden todos, los hombres que en principio quedan en situación de
poder, sobre todo si son de las clases poderosas, pierden compañeras de camino,
por ese motivo el “comandante” juega al scattergori con la protagonista, que es una “criada”,
porque es una mujer culta, una compañera con la que poder retarse
intelectualmente, pero debe hacerlo en la clandestinidad, tanto tener cultura
como tener relación con ella es muy peligroso. El ejercicio de la cultura crea
personas con opinión propia y pensamientos organizados, esos que están en un
lugar que no se pueden requisar, la mente.
La obra está contada de manera que el
presente en plena distopía se nutre con continuos flashbacks de la situación
anterior al cambio de régimen y a los momentos que llevaron a la captura y
reeducación de la protagonista. Este movimiento nos hace ver una frase que se
dice en la obra “La humanidad es muy adaptable cuando quiere conseguir algo”,
qué miedo de algunas adaptaciones. Sólo una socia ha encontrado la estructura
un poco confusa, en líneas generales ha sido una lectura no sencilla pero sí
accesible. El libro es una pesadilla, un libro susto como dijo una compañera,
una tortura por la falta de libertad y sentimientos, pero muy bien escrito.
El documento final, es una conferencia que
cuenta a modo de investigación lo que ocurrió, muchas de las socias la hemos
considerado fuera de lugar.
Hemos reflexionado sobre la deshumanización
que escatima al ser humano las relaciones de piel, el sexo legal en la obra es
frío, mecanizado, el artilugio para conseguir una producción de nuevos humanos,
una extraña y humillante ceremonia donde la esposa comprueba cómo el marido
insemina a la criada asegurándose que no haya ninguna muestra de afecto ni
pasión. El sexo subterráneo es tan deshumanizado como ya lo es en nuestra
sociedad, alguien paga y ese alguien goza, el que cobra lo hace por necesidad o
en este caso por necesidad de sobrevivir. Además, las relaciones humanas son
frías, falta alegría en esa teocracia fundamentalista como dijo una socia, es
una sociedad rígida, donde la espontaneidad te puede costar la vida o mata tu
interior.
Aunque podamos pensar que esto es un “cuento”,
todas las ideas están extraídas de la realidad como bien ha dicho su propia
autora y una socia nos hizo alusión a la situación en Afganistán, un país que
cuando se escribió la obra en 1985 tenía mujeres juezas, universitarias y
ahora, esas mujeres, si están vivas y no las han lapidado, viven dentro de un
burka con un marido barbudo que le niega la identidad de persona y el acceso a
la información y la cultura. En muchos países islámicos, se demuestra la
importancia de la mujer sometida con Ministerios de la Mujer ocupados no es el
desarrollo de sus carreras y sus personalidades, sino en que estén bien
entrenadas para la sumisión, para que cuiden y procreen. Y en otros o en los
mismos, son las propias mujeres las que realizan las atrocidades de mutilación
genital, muchas veces por amor a la hija, para que la quiera un hombre y se
puedan casar, para que no sean tratadas como putas.
No pudimos evitar mencionar otras distopías
de la época como “Fahrenheit 451” o “Un mundo Feliz” y nos enzarzamos en una
discusión sobre por qué a mediado de los 80s se produce este interés por estos
regímenes deshumanizadores y por qué se están reeditando esos libros. Según una
tertuliana, en aquel momento se planteó un cambio de paradigma, de valores, y
ahora el comportamiento del presidente Trump lo ha hecho renacer.
En la novela, cada tipo de mujer va
uniformada de una forma, las criadas como monjas de la Caridad, aunque en rojo,
el uniforme despersonaliza, anula la individualidad visual del ser humano.
Todos conocemos la importancia del vestido, refranes como “como te veo el jato
así te trato”, forman parte del ideario social. Según comentó una socia, en la
actualidad hay una tendencia de diseñar vestuario de mujer más recatado para
evitar que sean acosadas, terrible.
Finalmente, nos hemos preguntado quién estaría
detrás o arriba de toda esta sociedad, un ganado entretenido en pastar y
procrear, al que no se le permite salir de la valla, ¿quién se beneficiaría?, ¿quién
movería los hilos? ¿Y por qué es invisible?
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