En el Museo Picasso de Málaga hay una nueva
exposición temporal, “He estado en el Infierno y he vuelto”. La obra que
recorre toda la vida de Louise Bourgeois, llena las paredes y los espacios del
exquisito edificio. Una araña de tres metros nos la protege desde el atrio
central, un recibimiento muy apropiado para la aventura que los responsables de
la muestra han puesto en escena.
La Bourgeois siempre me había llamado la
atención por esas arañas abrazadoras y tejedoras de telas que viven en Bilbao, Londres,
Estocolmo, Qatar, Nueva York y ahora en Málaga. Maman, la oda a su madre, a
ella misma, es la materialización del concepto de protección, de dedicación,
paciencia y control que cada madre ejerce sobre sus hijos. Pues ahora, tenemos
una de esas Maman en el atrio central del Museo Picasso y las obras de la
retrospectiva son tan impresionantes y están tan bien comisariadas que me
atrevo que a decir que no es lo mejor de la muestra.
La colección está distribuida en diferentes
salas que recorren a modo de retrospectiva las etapas emocionales que la propia
Louise fue superando. La artista era una mujer muy sensible y de gran
turbulencia interior, quedó marcada de manera tremenda por ciertos
acontecimientos familiares que le hicieron tomar caminos artísticos como
autoconocimiento y cicatrización.
La madre de Bourgeois murió joven como
consecuencia de las secuelas de una gripe española. Louise sufrió una depresión
y centró sus afectos en su padre que resultó una “persona”, un hombre que
mantuvo una relación por una década con su tutora. Ella se sintió abandonada,
se casó y huyó a Nueva York. Hay una sala dedicada a “The runaway girl” y a las
nuevas inquietudes que la acosaron como hacerse cargo de su casa, de ahí obras
como “La Mujer Casa” un dibujo surrealista en el que una casa sustituye el
torso y la cabeza de una mujer.
Pero para la longeva artista, sus
creaciones no eran sólo un atrevimiento estético, suponían una catarsis. Los
pensamientos negativos, erróneos o sobredimensionados que perturbaban su mente
fueron la búsqueda hacia el Psicoanálisis. Louise se psicoanalizó durante años
y tras trabajar en conciencia sus emociones, conseguía darles carpetazo con la
materialización de sus obras. En la sala de “Trauma” nos presenta una serie de
obras de original factura por su forma y materiales. Una obra significativa es
el abrazo de su padre con la tutora, “Pareja” es un doloroso contacto sexual de
dos seres aislados, egoístas, materializados con tejidos de reciclaje.
La sala de Loneliness, soledad, sobrecoge
por sus esculturas totémicas que cubren el espacio, incluso el vertical,
llenando de sombras inquietantes de unos seres solos, completamente solos,
entre los demás solitarios.
El “Desafío” forma parte de otra sección de
la muestra, “Fragility” que es un cuarto de debilidades. En un carro con
estantes, la autora, sitúa frascos y objetos de cristal, recuerdos del pasado
que superados y reunidos son un conjunto exquisito de trofeos.
Pero una de las obras que más me ha gustado
por su estética y por el concepto que expone es “El Arco de la Histeria” de la
sala “Movimiento Eterno”. Bourgeois era una mujer consciente del rol precario
de la mayoría de las féminas en el mundo y su cruzada contra los estereotipos
que la sociedad le imponía se reflejaba en sus creaciones. La histeria, hasta
hace “diez minutos” estaba considerada una enfermedad propia de las mujeres,
localizada en el útero, cuya raíz griega es la misma que la de la histeria. La
obra en cuestión es una figura de bronce dorado y suspendido etéreamente del
cielo, que bien podría ser la belleza y los rasgos curvos de una mujer, sin
embargo sus genitales están abultados, una reivindicación de que las
enfermedades mentales no son propiamente femeninas.
La muestra es una sucesión de personajes
con cinco caras, venas rojas que unen a padres y a hijos, instalaciones de ropa
interior, proliferación de células, mamas, muchas mamas y materiales
innovadores y atrevidos para su época: gomas, látex, lanas tricotadas, mármol, madera,
bronces, plásticos, papel….
La exposición acaba una sala en la que
podemos ver una de sus “Celdas”, instalaciones de sus últimos años en las que
expresaba verdades humanas, pensamientos de dolor, de los que se alejaba tras
elaborarlos y materializarlos.
La artista es un personaje irrepetible,
murió con 98 años y no dejó de trabajar hasta el último momento. Era vegetariana, se alimentaba principalmente
de mermelada que guardaba en tarros y de la que de vez en cuando extraía una
dosis con una cuchara que había sido esterilizada a fuego por temor a los
microorganismos. Hay un documental del BBC muy recomendable para comprender la
magnitud de su vida y su obra.
Texto de Ana E.Venegas
Fotgrafía de José A.Correa
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