jueves, 27 de junio de 2013

“El Tango de la Guardia Vieja”



 es una genialidad de nuestro académico Arturo Pérez Reverte, una novela donde las pasiones y las acciones más arrabaleras se mezclan con la historia del siglo pasado, desde la década de los veinte hasta la de los sesenta, mientras nos presenta un catálogo de productos del hedonismo de las épocas.


    El hilo de la historia es el personaje de Max, un avispado argentino, nacido en Barracas de padre pusilánime que aprende en la universidad de la calle cómo sacarle partido a su físico en los ambientes más refinados, de los tres tiempos en las que se desarrollan los hechos.

  Max es bailarín en cruceros de alto copete, en hoteles y salones, distrayendo y revolviendo hormonas a las señoras de la alta sociedad. Aprovecha la información que consigue para su segunda vocación, ladrón de guante blanco, aunque más de una vez pisa la cárcel. Su relación con Mecha es de inferioridad, de hecho en la última etapa de la obra finge ser quien no es, atribuyéndose un éxito económico del que carece. Finalmente, es un héroe propio de Reverte, un canalla cansado.

   Esta novela es una verdadera obra de ingeniería y si no, póngase usted a inventar una trama que recorra tres tiempos diferentes, en los que intervengan los mismos personajes principales, Max y Mecha,  ninguno de los secundarios y en los que los argumentos sean propio de novela negra, identificados por las ropas, los accesorios, los perfumes, los cócteles y la música hábilmente descritos por el autor que ha hecho un trabajo ímprobo de documentación. Nos encontramos ante un trío de escenarios, en cada acto los protagonistas empiezan y acaban una historia de amor, la primera más pasional, la última casi platónica, un amor por capítulos, un amor sin otra consecuencia que el recuerdo.


   Mecha es una mujer rica, casada con un músico de renombre cuando Max la encuentra por primera vez. En esos años veinte, en Europa el matrimonio, es amigo de Ravel, Stravinski y Diaghilev,  acostumbrado a la buena mesa, el buen vino, las bebidas espiritosas, drogas y juegos sexuales extremos, duros y provocativos incluyendo y jugando con otros fuera de la pareja. Ella sabe que tiene un ascendente sobre el protagonista, puede que se enamore de él, pero la verdad es que lo usa sexual y emocionalmente. En mi opinión no tiene la intención en ningún momento de compartir su vida con él, hubiera sido impropio de Pérez Reverte, por irreal, las mujeres como Mecha no se casan con hombres como Max, o al menos en esos tiempos no se concebía.


    Creía que Arturo tendría difícil sorprenderme después de su anterior producción , "El Asedio", donde relata la historia de un asesino en serie en plena invasión napoleónica, mientras se gestaban la Constitución de 1812, retratando un Cádiz social, económico y físico tan real que aún hoy se puede reconocer en sus caños, islas, marismas, callejuelas y plazas.  Sin embargo, éste es un magnífico trabajo de documentación que sorprende por la diferencia de temática, resultando que el autor, si se pone a ello, es capaz de escribir de cualquier cosa, todo es cuestión de trabajo y de talento..


 Produce admiración el dominio que el escritor ha adquirido de los bailes de la época, los títulos de las canciones, los instrumentos, también el que ha realizado sobre las bebidas más de moda tanto entre las personas de los ambientes más bajos como los de la alta sociedad, sórdidos todos, sobre la ropa y los accesorios elegantes del momento, en cada uno de los tiempos de la novela, más tarde sobre el mundo del ajedrez, estrategias, campeones y la relevancia que tuvo durante la Guerra Fría. Cabe destacar el enorme trabajo de investigación sobre los lugares, tanto el barco, como Barracas en Argentina durante 1928, Niza en 1937 y finalmente Sorrento en 1965 están fundamentadas de forma que es difícil encontrar una incoherencia, quizás lo único que no me cuadra es la descripción Jorge Keller, el hijo de Mecha con americana de sport y zapatillas de deporte, más propio de los ochenta que de los sesenta (pag 111).



    Los temas que subyacen durante esta historia de amor, pasiones, aventuras, delitos, traiciones y juegos inteligentes son los de las diferencias de clase, la movilidad entre ellas, la sordidez en los arrabales y los salones, la música y el baile, los juegos de poderes, las relaciones de peligro, consecuencia social de las Guerras en Europa y en España, la belleza, los placeres, el dinero, la vida canalla, la amistad, la inteligencia y la capacidad de adaptación.



    La prosa está llena de descripciones absolutamente ilustrativas de los movimientos de las ropas, de los cuerpos en evolución del tango, los lugares, los personajes, es una delicia leer este libro, saboreas las imágenes, yo he estado en la Ferroviaria en Barracas o en Niza en pleno robo de documentos, lo he sentido al leerlo.



    No se puede atender a cada genialidad porque merecería otro libro de 500 páginas, pero no me resisto a incluir algunas frases que he tenido que releer varias veces y las he dejado atrás sintiendo que dejaba un pensamiento importante y una belleza encerrada entre dos portadas de un libro:  


Max supo que aquella música estaba de su parte
Él era un cazador virtuoso y paciente
En realidad se sonreía a sí mismo, a su memoria de arrabal
Habló de tangos para sufrir y tangos para matar
En el baile, cada uno pone lo que tiene, delicadeza o bellaquería

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