martes, 5 de marzo de 2024

NUESTRAS BECARIAS: TIRFINESH MATEOS GARCÍA

 Dentro de nada tendremos una graduada en Antropología que, desde el primer momento nos llamó la atención por su viveza, por la empatía que muestra por todo lo que le rodea y por sus ganas de aportar su granito de arena para mejorar el mundo en el que vivimos.

Me llamo Tirfinesh Mateos García y soy una de las trece becadas de la promoción 2021/2022. Tengo 20 años y actualmente estoy cursando tercer año de Antropología Social y Cultural, en la Universidad de Granada (UGR). Recibir la Beca AMUM supuso un gran apoyo para mis inicios en la universidad, no solo fue una ayuda económica sino también personal, en la que creé vínculos con otras compañeras becadas y algunas de las socias del propio organismo. Entrar en la universidad y estudiar aquello que más me apasionaba era mi objetivo principal. Ahora han pasado tres años desde aquel entonces, tres años desde esas primeras sensaciones de entusiasmo, miedo y expectación ante lo que me deparaba el futuro en esta desconocida etapa vital. La vida universitaria.

Elegí Antropología, porque además de ser distinta a otras profesiones, está compuesta por un sinfín de temáticas que, a mi parecer, son de gran interés. La Antropología, con sus múltiples definiciones y la complejidad que abarca, esta disciplina se podría describir brevemente como un grado que se encuadra en las Ciencias Sociales y que se encarga de estudiar la variabilidad de las culturas humanas. La Antropología, en sí misma, aúna todas las ramas de las Ciencias Sociales.

Aún caracterizándose por esta multiplicidad de temáticas y asignaturas, en comparación con otras carreras, es una disciplina que no goza de gran reconocimiento. Y como muchas más que no pertenecen al círculo del saber de las Ciencias, padece del desconcierto que suscita estudiar y dedicarse profesionalmente a esta misma. Desde el principio sabía lo que implicaba meterse en esta carrera; entendía las dudas referentes a las salidas laborales y la prosperidad económica que podría brindar esta misma; sin embargo, decidí arriesgarme y elegir aquello que más me movía. Siendo estudiante en la facultad de Filosofía y Letras, soy testigo de cómo año a año los distintos grados que la componen están siendo desplazados y marginados. Esta marginación se materializa en recortes y en un detrimento de inversiones dirigidas hacia esta misma. El país, y por ende las universidades, priman más las carreras que ofrecen productividad y por tanto dinero; trabajos que fomentarían el “desarrollo”, “crecimiento” humano y tecnológico; dejando así a un lado las que supuestamente no rinden a nivel económico. Sin embargo, estas últimas son necesarias para el crecimiento del conocimiento humano, que nutre el alma y el cerebro y que combinan la lógica (que tanto se valora hoy en día) y el factor empático-humano. Sin estas disciplinas ¿dónde van a quedar el criterio, las artes y la imaginación; la historia; la capacidad de resolución de problemas y las cuestiones filosóficas- existenciales que nos persiguen?

Personalmente, el transcurso de los tres años que llevo en la carrera han supuesto enormes transformaciones y aprendizajes que me han nutrido. Este trayecto aun así no ha estado exento de momentos de incertidumbre (al futuro), etapas de desmotivación y de cuestionarme si estaba haciendo lo correcto. Sin embargo, creo que pasar por esas fases era necesario, porque gracias a esto he podido recapacitar y finalmente afirmar una vez más, mi cariño por la Antropología, por las ganas de aprender y de formarme.




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