Si hay
algo que nos ha ilusionado de esta obra es poder leer a una escritora, mujer y
africana. No son muchas las oportunidades que tenemos y desde luego es una
auténtica satisfacción poder incluir en nuestras lecturas otro punto de vista para
medicarnos contra esa “mirada única” que, junto con el derecho de las mujeres y
la educación como medio de defensa, escapatoria, alternativa y poder, componen
el lugar común de Chimamanda Ngozi Adichie y de la Asociación de Mujeres
Universitarias de Marbella.
Lo
primero que llama la atención de esta novela es que es fácil de leer y que
cuenta historias humanas al margen del color de la piel. Hasta donde hemos
podido relacionar, el machismo, la mujer que lucha o la que se somete, la
violencia de género, el fanatismo religioso, las lecturas patológicas de los
libros santos, el despertar a la sexualidad bajo mitos y castraciones de los
instintos, la corrupción política, el poder de los poderosos y violentos, este
cóctel, lo podemos ver en cualquier país, y si nos da la arrogancia no hay más
que rascar un poco en nuestra sociedad y si nos falta algo, en nuestra Historia.
Es por este motivo que algunas socias no consiguieron encontrar a la escritora
negra entre las líneas, porque además no vieron a los hombres sometido por
blancoss, ni mujeres sin oportunidades, ni pobres, ni sin educación, es más,
hay hasta un destello feminista, claro que los protagonistas de esta novela
están europeizados. Sin embargo, otras, poniendo el acento en una sociedad
colonizada por blancos e importadora de sus costumbres en detrimento de las
propias consideraron que sí había una idiosincrasia reconocible en “La Flor
Púrpura”. Un detalle que es determinante de la no determinación de la que
hablamos es que la mayoría no se dieron cuenta que el sacerdote amigo de la tía
es negro hasta el final, quizás es una prueba que nos pone la autora, algunas
no nos planteamos de qué color era.
Por cierto,
que a las tertulianas que leyeron la edición completa con la introducción y el
diccionario de términos Ibo les resultó muy interesantes para el acercamiento
cultural gastronómico, religioso y antropológico.
En
cuanto a la forma, el libro está contado por una niña que despierta al mundo en
una familia donde su padre es un fanático católico, educado por monjes, en Nigeria,
que debería ser protestante si su adoctrinamiento vino de la colonización anglosajona.
En fin, siempre es buen momento para sacar punta a los católicos, esto es
reflexión mía, no de las mujeres universitarias.
Por el
hecho de que la historia está contada desde el recuerdo de una niña, sus
comentarios son hasta cierto punto inocentes, descargados de experiencias y evaluaciones.
Ni siquiera cuando la chica va a casa de su tía a pasar unos días es capaz de
criticar la disciplina que su padre infunde hacia sus acciones y pensamientos. Eso
sí, el lector puede comprender los impactos que su mente recibe por la
descripción de situaciones, esas descripciones despojadas de valoraciones producen
emociones en el lector que empatiza, se involucra, con una niña que nunca ha
pensado, como apuntó una asistente, porque hasta el pensamiento estaba reglado por
su padre, pero que tiene un halo de ternura, de esperanza, incluso en algunos
momentos de alegría. En este aspecto, las socias en su mayoría consideran que
el libro está bien escrito, aunque para unas pocas no se puede considerar
literatura que sobreviva a los siglos. Sí es interesante observar cómo la chica
madura a través de los devenires de la historia personal y de su país, cómo
tiene que aceptar que su mejor aliada, su tía tenga que emigrar a USA en busca
de oportunidades y que lo puede hacer porque tiene estudios, y por supuesto de
la evidencia de la corrupción en las instituciones penitenciarias, por ende, en
las tripas del país.
Con
respecto a tener que emigrar porque la tierra de uno se vuelve peligrosa y
cerrada a las posibilidades, una socia hizo la reflexión que hace la prima de
Kambili en la obra, si nos vamos ¿quién se quedará para luchar por la libertad
y la Democracia en nuestro país? Otra reflexión que hace el libro es con
respecto al derecho a equivocarse de los países africanos, ningún lugar del
mundo ha gozado de Democracia Parlamentaria desde siempre, es interesante el
concepto de que están en el camino. Una socia no perdió la oportunidad de
reivindicar el África que habla a gritos por la colonización sufrida, por haber
tenido que aceptar las imposiciones religiosas y culturales y porque cada vez
que levantan cabeza le dan de nuevo.
Hablando
de la forma, alguien también dijo haber notado la influencia de los contadores
de historias, esos abuelos que siempre han existido y que trasmitían el
conocimiento oral. Como una analogía con las que contaba el abuelo de Kambili,
las que el padre quería enterrar para deshacerse de su pasado africano. El tema
de la imposición de la cultura del colonizador es interesante porque el colonizado
puede tener varias reacciones y todas se encuentran en este libro, la negación,
la aceptación o la adopción.
El hecho
de que un creyente practicante católico presente semejante fanatismo asustó a
una participante y nos llevó a una profunda discusión con varias aristas. Una
fue la obstaculación de la instauración plena del Concilio Vaticano II por
muchos creyentes y dirigentes de la Iglesia, entre otros el Papa Wojtyla y Ratzinger,
no digamos el Opus Dei y otras facciones de la Iglesia, no así la Teología de
la Liberación casi aniquilada. Por otro lado, ni con Concilio ni sin él un
católico de bien puede usar la violencia de ese modo, como dijeron algunas
socias, el personaje del padre es un psicópata. Para otras socias, el personaje
sencillamente no está bien construido, porque es un ser violento, de reacciones
terribles, que llega a echar agua hirviendo en los pies de su hija para que no
vaya por mal camino, que niega a su padre cuidados y respeto porque es un “pagano”
pero a la par tiene conciencia y es un hombre implicado en el bienestar de su
comunidad y de los individuos a los que apoya y ayuda, sin contar que se pone
en contra de la autoridad dictatorial porque creía profundamente en la
Democracia. Y finalmente, hubo una socia que apuntó a que el padre, pese a que
le doliera, hacía lo que pensaba que debía hacer para que su familia se librara
del Infierno, trasmitía la forma de educación que él había recibido y lo había
convertido en un “hombre de bien”, el señor lo tenía tan claro y la familia
sabía el rol que le tocaba de manera
que, la hija contestó a la pregunta ¿qué
vas a ser de mayor?, “yo, lo que diga mi padre”. El personaje del padre produce
tal sentimiento de terror que una socia verbalizó que se alegró de que lo
mataran. Pero, que levante la mano el que haya estudiado lo que ha dicho su
padre, seguro que hay más de una.
Contrasta profundamente la actitud ante la vida de la tía Ifeoma en la
que podemos ver el mestizaje cultural, una mujer que aun siendo africana y
respetando a sus ancestros, ha abrazado la religión y la educación occidental,
lo mejor de cada casa, para no perder las raíces, pero superar defectos
paralizantes como el analfabetismo o el machismo. La tía de Kambili es una
mujer independiente que educa a los hijos en el respeto a través del amor, una
forma no pervertida de entender la Palabra de Jesús. En cuanto al tema de la
educación académica, todas coincidimos en la importancia de la mujer empoderada
a través del conocimiento y las habilidades desarrolladas gracias a ellos y su
adquisición. Nos satisfizo comprobar que se muestra en la obra lo que AMUM
tiene en su ideario, que la forma de tener la oportunidad de ser un miembro
autónomo y de derecho en nuestra sociedad es estar en igualdad de condiciones
en saberes y haceres.
Uno de
los protagonistas del libro es “el miedo”, el miedo a los fascinerosos y
corruptos, y el miedo a la radicalidad fanática en honor de la que Chimamanda
nos presenta varias escenas en el seno familiar, en la que el terror inmoviliza
a la madre, aterra a Kambili y hace reaccionar a su hermano.
Otra
protagonista, como bien comentó una asistente, es la risa, la que hay en una
casa o no la hay, lo que denota una familia que se ríe, que tiene sentido del
humor, que no hace una tragedia de las pequeñas cosas de la vida, que comprende
que si Dios es padre, quiere lo mejor para sus hijos, que si ha puesto la
naturaleza y nos ha dotado de ella es para que la disfrutemos, que si nos ha
dado un cuerpo y una mente es para que los hagamos vivir, no para que los
encarcelemos. Una vez más este leve concepto nos pone alerta del fanatismo que
ya vimos en “La Casa de Bernarda Alba”, como dice el dicho español “en todos
los sitios cuecen habas”.
Una
compañera apuntó que hay matices simbólicos en la novela, como que empieza en
Navidad y acaba en Semana Santa. También es interesante ver la mística del
abuelo, sus creencias pegadas a la naturaleza, sus oraciones y cánticos,
espirituales africanos.
En fin, una
novela interesante y una tertulia incluso más. El próximo mes analizaremos Libro
“El Callejón de los Milagros” de Naguib
Mahfuz que promete otra buena tertulia.
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