lunes, 14 de diciembre de 2015

"Intemperie" de Jesús Carrasco, Tertulia AMUM de Diciembre

 Este mes lo hemos dedicado a la lectura y análisis de “Intemperie” del novel escritor Javier Carrasco. Finalmente, este Lunes 14 le hemos dedicado una tertulia en el Marbella Club.

   Debido a las fechas no hemos tenido un grupo muy numeroso de contertulias pero mirando el lado positivo, nos ha permitido interrumpir con sentido productivo, de manera que hemos podido enriquecer las tesis mantenidas de manera individual.

    Todas las asistentes han coincidido en el acierto a la hora de elegir esta novela para la tertulia, pues nos ha permitido disfrutar de una prosa magnífica, bien estudiada y de emociones vicarias de esas que son necesarias para mejorar como lectora y como persona, y que es mejor no vivir en carne propia. Nos hemos felicitado por ser lectoras y poder vivir cien mil vidas en una.

    La obra está narrada de una manera lineal y anclada en el pasado. Habla la  tercera persona desde el punto de vista de un niño que huye del mal uso de la autoridad, la paterna y la oficial, autoridad que recae en personas corruptas que vulneran lo más inocente y desamparado, la infancia. Las socias han señalado la profunda impresión que les ha supuesto la dureza de la historia, la violencia, el ensañamiento con el más débil, hemos tenido claustrofobia y sensaciones de no poder soportar la tensión como si de un thriller de Hitchcock se tratara.

    Por otra parte ha habido compañeras que han apuntado una suerte de equilibrio del bien y del mal que tiene como protagonistas las personas del niño y la del cabrero, un anciano, un hombre de bien, con un sentido de la justicia cercano a los valores más puros y en el que alguna ha creído entrever alguna formación religiosa y una decisión de vivir aparte del mundo en una especie de retiro eremita. De hecho se perciben bondades de carácter de los que ya nos habló Aristóteles o forman parte de los símbolos que portan nuestros pasos de Semana Santa, como la bondad, el esfuerzo, la justicia y otras que podemos ver en el Cristo de las Tres Potencias. Otra socia ha visto cierta espiritualidad de orden animista en el comportamiento del anciano.

    La relación del niño con el abuelo ha sido analizada desde varios aspectos, destacando la importancia del maestro que enseña un oficio con la técnica del “learning by doing”, aprender haciendo, que tan buenos resultados da porque el alumno ve los resultados de su trabajo a la par que aprende y sólo queda la práctica para su perfeccionamiento. Pero además, el cabrero trasmite valores de manera vicaria, con su proceder y sus pocas palabras que adquieren un mayor significado en una relación de hondos silencios. Alguna tertuliana ha evocado el momento en que el abuelo enseña al chaval a ordeñar, trasmitiéndole con su mano los secretos de la vida, los que le ayudarán a vivir la suya, herramientas para el camino.

    También, se ha comentado el papel de los animales que en su gran mayoría son beneficiosos para los protagonistas y de donde le vienen las mejores recompensas en forma de comida, compañía, medio de trasporte. Este papel contrasta con el de la maldad que puede anidar en el hombre, que es capaz de ser una basura pero también un héroe, en distintos individuos o en el mismo, de ahí que el abuelo mostrara la necesidad de enterrar a los malvados, porque de alguna manera no se merecían ser comidos por las alimañas.

    Las socias han resaltado la importancia del paisaje, de la mugre, la sequía, el polvo, los olores a miseria que por la fuerza de una prosa riquísima adquiere entidad de personaje agreste, enemigo que sólo cuando empieza a llover parece aflojar la dureza de su presencia.

    Todas hemos coincidido en la incertidumbre producidas por el no lugar, el no tiempo, los no nombres y la no edad de los protagonistas, como si estos seres carecieran de individualidad, o como si esta fuese una historia que se ha repetido muchas, muchas veces por la dureza del mundo que no da tregua y que es más doloroso por la maldad de algunos humanos, muchos y por los caprichos de la tierra.

     En fin, que hemos disfrutado de un libro magnífico de los que no se pueden olvidar y te dejan cicatrices en el alma. Qué suerte poder conocer de esta historia, de la manera en que ha sido contada y no ser ni el niño, ni el cabrero, ni el tullido, ni el alguacil, ni el ayudante, y mucho menos el padre desnaturalizado.

Texto De Ana E.Venegas
Fotos de Garbiñe Larrazábal

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