jueves, 4 de agosto de 2016

“Mi Madre” de Richard Ford

    Este mes, las Mujeres Universitarias de Marbella hemos tratado en tertulia el libro autobiográfico de Richard Ford titulado “Mi Madre”. Un buen grupo de socias nos dimos cita en uno de los salones del Marbella Club y resultó una discusión lleno de matices e incluso opiniones aparentemente contrarias aunque en mi opinión eran complementarias.

    La mayoría de las socias reconocieron haber disfrutado con un libro cargado de sentimientos, de amor materno-filial y de una historia épica, tan épica como la de cualquier madre. Porque la obra no presenta una heroína o una Premio Nobel, se trata de la historia poco original de una mujer que cambia su forma de vida cuando se convierte en madre, deja de vivir a su manera para empezar a comportarse como piensa que debería ser una buena madre. Puede que se equivocara en muchos aspectos, al igual que todas las madres. Algunas de las tertulianas, sobre todos las de formación psiquiátrica-psicológica han encontrado hechos que contradicen la normalidad o la conveniencia para el correcto desarrollo de las personas en la historia, como que el autor durmiera con su madre o que lo metiesen en la cama cuando los padres estaban enfadados. Estas socias han discutido con vehemencia las incoherencias de la obra, como si se tratase de un problema literario. Otras en cambio hemos combatido con la idea de que lo normal es que en “en todas las familias se partan peras”, si no fuese así, las consultas de psicoanalistas, terapeutas y psicólogos estarían vacías. Y que las incoherencias no lo son de calidad literaria sino de memoria personal, de visión propia del hecho por el autor que es quien lo cuenta.

    La mayoría hemos visto un homenaje a todas las madres porque cuando se lee, en general, uno o una se siente identificada con muchos aspectos de la propia historia personal produciendo no poca emoción.

    Ford acostumbra a hacer una semblanza de la sociedad americana en sus novelas y más de una tertuliana, las que han vivido o son americanas, reconocen el tipo de familia de allí, incluso en los años cuarenta, donde lo normal era que el hijo se fuese de casa joven al contrario que en las sociedades latinas europeas donde que un hijo se marchase de casa era una tragedia, otra más. producto de ese concepto histriónico de la unidad familiar que nos hace sentir tan protegidos, pros y contras. La forma de entender la familia en Estasos Unidos pasa por reunirse en Thanks Giving, lo que hace la relación de Ford con su madre fuera de lo normal por la cantidad de veces que están juntos y lo que comparten, no todo lo que de forma ideal se quisiera desde nuestra mentalidad pero sí mucho más que el americano medio, Ford quería a su madre y se lo dijo.

   En lo que no cabe discusión es en que no se puede decir más en menos páginas, ya que el libro no llega a las 80. Una densa biografía de la experiencia que Ford tuvo de su madre, llena de reflexiones y sentimientos que podrían ser los de cualquier hijo. Muchas biografías están realizadas con investigaciones, con aportaciones de diferentes testigos, pero esta es una sola cara del poliedro de una persona, la cara que tiene que ver con lo que concierne a su hijo, la visión de él. Es por eso que hemos encontrado incoherencias, las que tienen que ver con la visión particular del hijo cargado de emociones y está llena de huecos de la vida, la personalidad y las experiencias de Edna Akin, a la que llama por su nombre de soltera para indicarnos que ella es más que lo que cuenta él, su relación materno-filial, lo mismo hace cuando habla de que alguien le dice que su madre es guapa, o sea, una mujer, una hembra, aparte de una madre.

 Ford intenta comprender o justificar los errores en su convivencia familiar, el no respeto a la individualidad, a  las etapas evolutivas del hijo, al asidero que supone en cierto momento cuando lo estruja al enviudar. Esos errores los comprendemos al conocer la historia familiar de ella, con un padre ausente y una madre que por motivos egoístas la presenta como su hermana.

  Aunque la historia comienza en un lugar que nunca supo a ciencia cierta, al igual que el Quijote, un sitio que no tiene importancia, es propia de la narrativa norteamericana, propia de Faulkner o Fitzgerald como apuntó alguna socia con la intención de hacer resaltar la sencillez y profundidad frente a la complicación para conseguir cierta enjundia. Esta obra describe a la sociedad americana de dos generaciones, por cómo se comportan y las adversidades por las que han tenido que pasar, como la Gran Depresión que dejó huella en todo la nación.

    La forma particular de escribir de Richard Ford tiene que ver con su concepción de la Literatura que pasa por “el medio supremo por el que revisamos nuestros sentidos relacionados con nuestro mundo emocional y aprendemos nuevos conocimientos”, por eso no hay drama, como dijeron varias tertulianas, aunque ocurran hechos graves todo forma parte de la normalidad de la vida. Por ejemplo, habla de que entre sus padres no había golpes, sólo los que le daban a él, y esto puede ser considerado en la actualidad como un maltrato o hace unos años como parte de la educación de los hijos, porque él no carga las tintas sobre sentirse maltratado. Las socias que lo denostan aluden a la falta de sentimientos, a que no expresa el amor ni el odio a la madre, otras vimos mucho respeto a la individualidad del sujeto tan propia del norteamericano.

    Estuvimos un buen rato comentando la frase “Los padres nos conectan con algo que nosotros no somos pero ellos sí”, me recuerda un verso de Mark Strand: “En el campo soy la ausencia de campo…”, formamos un conjunto del que el hijo es como el Condado de Treviño, implantado.

    Un momento clave en la relación es cuando el hijo no alienta a la madre a trasladarse a su casa, puede ser como medida ilusoria de aplazar los momentos trágicos de la muerte, sin embargo ella muere de todos modos y a él le queda la mala conciencia de no habérsela llevado. Aquí también discutimos, pues el hecho se puede considerar como el de un hijo desnaturalizado.

    Otro momento polémico fue cuando se habló de si el libro no era una obra de arte porque no se puede atacar una biografía sin conocer el objeto, y todos coincidíamos que no se puede conocer a una madre pues nuestra relación está afectada por las emociones materno-filiales. Sin embargo, otras socias argumentaron que lo que cuenta Ford es su historia como madre no como mujer, la que él sabe. Se comentó que los padres y los hijos se relacionan con su debidos roles y me recuerda una frase del juez Calatayud que dice “si usted es amigo de su hijo y no su padre, usted está dejando a su hijo huérfano”.

    También se comentó sobre la obra de Marie Cardinal “Las Palabras para Decirlo” que ayudaría mucho para poder contar historias de padres-madres e hijos.


    Puede parecer, y se lo pareció a alguna socia, que este es un libro apresurado, por su longitud y por la aparente sencillez del contenido pero lo que cuenta y las palabras que usa para contarlo están muy pensadas, el primer párrafo le costó al autor tres meses. Lo que algunas hemos apreciado es una especie de sutileza, un hilo suave, sin sobresaltos, una delicia, dijo alguien, sincera, una relación en lo que da la vida, ochenta páginas porque no hace falta estar mareando la perdiz y hacer libros de seiscientas si no hay contenido. Es una obra difusa, incoherente porque no es obra de un psicoanalista o un biógrafo, es obra de un hijo.    El próximo 5 de Septiembre nos volveremos a reunir para hablar de “Hombres sin Mujeres” de Haruki Murakami , esperamos que con tanta emoción como en esta ocasión.  

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